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El irresistible encanto de Queer Eye

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Netflix
POR Isabel Plant |

En tiempos de enfrentamientos, diferencias y poca tolerancia, la serie de Netflix sobre cambios de look se ha convertido en un bálsamo y en punto de encuentro.

Quién lo habría pensado: el mejor antídoto a la beligerancia de los tiempos que corren son cinco hombres encantadores y orgullosamente homosexuales viajando por Estados Unidos para rehacer peinados, guardarropas y vidas ajenas. Queer Eye, la nueva versión del docureality de transformación de look lanzado por Netflix a principios de año, y que acaba de estrenar su segunda temporada, es una celebración del poder de la emoción y un recordatorio de la importancia de sentarse a conversar con quienes no estás siempre de acuerdo. Todo entre manicures y limpiezas de cutis.

La serie es por supuesto una resurrección de la original estrenada a principios de los 2000 -que en Chile exhibió Canal Sony y que luego tuvo hasta una versión nacional en Mega-, donde cinco expertos en look y diseño (apodados los Fab 5) se unían para solucionar misiones imposibles: darles estilo a los parrilleros de eterna polera y shorts, renovar el clóset de hombres en buzo deportivo diario, conseguir que los más nerds encantaran a sus chicas en citas especiales. Era, con mucho humor y encanto, un encuentro entre la cultura gay y la más rígidamente heterosexual, donde las habilidades estéticas de los Fab 5 eran los superpoderes transformadores; su sensibilidad enrostraba la falta de ella en los “rescatados” y lo que alguna vez fue motivo de bullying homofóbico, ahora era la raíz de una superioridad. 

La nueva versión de Netflix sigue con el modelo: cada capítulo, los nuevos Fab 5 “rescatan” a un caso perdido en cuanto a estilo de vida, moda y más. Está Antoni, experto en cocina y gastronomía, está Tan, experto en moda y guardarropa, está Karamo, experto en cultura (convengamos, el expertise más dudoso porque nunca es claro qué hacen), Bobby, experto en diseño y quien renueva los espacios, y por último Jonathan, quien es sin duda la gran estrella de esta versión, el especialista en peluquería y rostro. Los nuevos Fab 5 se convirtieron en celebridades instantáneas en todo el globo, gracias a la ubicuidad de Netflix, y Queer Eye en una serie digna de amar, gracias a que se propuso abarcar mucho más que simplemente un cambio de peinado (por necesario que este sea a veces).

La nueva Queer Eye es extrañamente política. La primera entrega, por ejemplo, le ofrecía un cambio de look a un policía del Estados Unidos profundo. Entre medio de risas, chistes, revisión de clóset e idas a la peluquería, el oficial renovado se sentaba a tener una franca conversación con Karamo, quien es afroamericano, y el tema era la desconfianza entre la ley y los negros debido a violencia policial y racial en su país hoy. Otros capítulos también se centraban en el poder renovador de la autoestima, e incluso también le hacían cambios de look a homosexuales, apoyando también el encuentro con su familia y amigos. Los Fab 5 todo lo tratan con sensibilidad extrema, y dada la beligerancia que hoy nos rodea desde las redes sociales a las calles, se convirtió en un verdadero bálsamo ante el cinismo imperante.

Esta nueva temporada comienza con el cambio de look a una mujer, de un muy, muy pequeño pueblo de Estados Unidos -llamado Gay, justamente-, quien es una apasionada de su iglesia y del trabajo social. No sólo le cambian el peinado, sino que ayudan a una mejor relación con su hijo homosexual, mientras que los mismos Fab 5 revisan su historial de desencuentro y discriminación que han sentido de parte de la religión. Más adelante hay otras novedades en los capítulos, como el primer cambio de look a un hombre transgénero.

Por supuesto que Queer Eye puede ser cursi y a veces forzadamente lacrimógeno. Quizás no salva vidas, porque es un espacio televisivo concentrado en contentar. Se ha vuelto un éxito porque en tiempos de nuevas masculinidades, replanteamiento de roles y una sensación de desorientación masculina, estos cinco hombres tan seguros de sí mismos ayudan a sobrellevar el cambio.