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El antídoto de las artes liberales a la crisis de los prejuicios y las fake news

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Roosevelt Montás en Desde el Jardín. PAUTA.
POR Fernanda Valiente |

La Universidad de Columbia tiene uno de los programas más reconocidos en esta área. Y su profesor Roosevelt Montás explica el giro educacional que significa.

“Para que una democracia sea posible necesitamos cierto nivel de cultivación del individuo. La cultivación del autogobierno. Y el autogobierno, es decir, el manejo de la libertad, es algo muy sutil. No es algo obvio. Un niño de cinco años no puede manejar su libertad. A veces un adulto de 20 años no puede manejar su libertad. ¿Cómo creamos una población que pueda y que sepa manejar su libertad? Ello […] toma educación hacia la ciudadanía. No educación para hacernos médicos, abogados o ingenieros, sino educación para hacernos ciudadanos”, destaca Roosevelt Montásprofesor de Estudios Americanos y Literatura de la Universidad de Columbia. 

El académico se fue de República Dominicana a los 12 años y creció en la “religión marxista”. Cuando llegó a Estados Unidos no sabía el idioma, pero finalmente logró entrar a la Universidad de Columbia. Ahí pasaría a ser parte del plan de Artes Liberales, que nació tras la Primera Guerra Mundial para responder a la pregunta “¿Cuáles son los ideales por los cuales vale dar la vida?”.

¿De qué manera las artes liberales son importantes en las crisis?, pregunta Cristián Warnken

“Las artes liberales es el único modo que podemos prepararnos para manejar la complejidad. Es decir, las artes liberales es la única manera de prepararse para lo inesperado. […] Cuando estamos en las artes liberales, estamos indagando preguntas que no se pueden contestar con cálculos ni investigación. No es la meta final lo que estamos buscando, sino el proceso de diálogo y de indagación”, sostiene Montás -quien estuvo en Chile visitando la Universidad Adolfo Ibáñez, que tiene un programa de artes liberales basado en el modelo de Columbia- en Desde El Jardín de Radio PAUTA

El autogobierno

A su juicio, más allá de la libertad que conllevan las artes liberales, ellas también requieren una responsabilidad crucial. Requieren un discernimiento informado para definir los propios límites tanto individuales como sociales. 

“La libertad es el autogobierno. Algunos la definen como hacer lo que uno quiere. Pero la libertad, como la definió Rousseau, es vivir por reglas que yo mismo me he trazado. Yo soy el autor de las reglas por la que me rijo. Es el autogobierno. No es el caos. No es el comportamiento errático”, aclara. 

Y sin duda, para que el proceso de diálogo sea enriquecedor, la educación tiene un rol fundamental: Crear las bases de reflexión y, sobre todo, de escepticismo. “Muchas veces los estudiantes llegan muy decididos con sus creencias, y se van confundidos de mis clases”, cuenta. Pero eso no es un resultado negativo, asegura, “ya que se van con la idea de que lo que uno sabe no lo es todo”.

“Creo que uno de los mayores logros de una educación es demostrarles a los alumnos la falibilidad de nuestro juicio. Somos falibles. Y las opiniones que tenemos siempre son provisionales. Nuestro acceso a la verdad siempre es una cuestión de grado, no de plenitud. Esa humildad cognitiva es uno de los grandes regalos de la educación”, explica. 

La falta de expresión

Dentro de “los cambios revolucionarios”, Montás explica que la violencia siempre ha sido parte de ellos. Sin embargo, el problema recae en que “es mucho más peligrosa que constructiva”.

En ese aspecto, entre los grandes pensadores que promovieron las vías pacíficas para resolver los conflictos, Montás recuerda a Gandhi, quien decía que la violencia nunca se acaba con la violencia. Y Warnken recuerda a Mandela. “Que incluso hacía una distinción entre odiar al sistema y odiar a la persona que está avalando odiar al sistema”, detalla. 

“Sí, exacto”, responde el docente de la Universidad de Columbia. “Cuando se recurre a la violencia, se recurre a una falta de poder expresivo. Es decir, es un acto de desesperación. Cuando el ciudadano, sea joven o viejo, recurre a la violencia es porque siente que no tiene herramientas efectivas con las cuales expresarse. Y eso tiene que ver con la educación. Eso tiene que ver con la cultura política. […] Hemos fallado no solo en Chile. Hemos fallado en Estados Unidos, igualmente, de equipar a nuestra generación a manejar la inundación de información y la inundación de cambio en la que vivimos”, responde.

Frente a ese aspecto, Warnken rescata que hacen falta tanto conocimiento como sabiduría. 

El exceso de información 

“Hemos enfocado la educación en cosas técnicas. Hemos enfocado la educación en el lucro para ganarse la vida y no para vivir. Nos hemos enfocado no en qué se hace con la vida, sino en simplemente ganarse la vida”, explica Montás. 

En ese aspecto, debido a su dependencia, “la vida moderna incapacita al hombre. Lo vuelve ciego, porque no tiene tiempo ni energía para ver alrededor. Lo vuelve sordo. No tiene tiempo para escuchar y para apreciar los sonidos. El pájaro contando, o el río fluyendo o la sinfonía. Lo vuelve mudo. Ya no puede comunicar sus pensamientos”. 

-Ni sus sentimientos, agrega Warnken.

Montás asiente. Como dice Platón, agrega, la ciudadanía siempre ha buscado la justicia, “la cual surge de una armonía a partir de elementos diferentes. […] Nuestra visión de una sociedad justa tiene que ser una que armonice las diferencias. Por eso es que luchamos. Por eso, tenemos conflictos. Es porque estamos buscando una sociedad justa. Vamos a preguntarle al violento. Vamos a preguntarle al opresor. Vamos a preguntarle al que protesta en paz. Vamos a preguntarle al que se queda en su casa. ¿En qué consiste una sociedad justa? Porque es eso lo que buscamos. Y si perdemos de vista eso, estamos perdidos completamente”, advierte.

Vea la conversación de Roosevelt Montás con Cristián Warnken: