Los soldados, el horror y las emboscaduras: cómo Ernst Jünger entendió la guerra
El historiador Joaquín Fermandois reflexiona en torno a la figura del filósofo y oficial alemán Ernst Jünger.
Hay algo embellecedor y nostálgico del guerrero del pasado.
“Llamamos emboscado a quien privado de patria por el gran proceso se transforma en un individuo aislado que acaba viéndose entregado al aniquilamiento. […] Es quien posee una relación originaria con la libertad. Piensa oponerse al automatismo y piensa no sacar la consecuencia ética de éste. A saber, el fatalismo”, reflexionaba Ernst Jünger sobre la emboscadura como una forma de resistencia. Luego, vendría la figura del “anarca”, quien interpreta los valores a su manera. Ambos, reflejan el problema cultural de la modernidad.
Jünger fue un soldado alemán que vivió las guerras mundiales, y registró sus experiencias en “Radiaciones I y II” (1939-1948) donde plasmó sus reflexiones más profundas sobre cómo el guerrero puede estar cerca de un aspecto más trascendental. Pero como señala el historiador Joaquín Fermandois: “toda la belleza de la guerra va desapareciendo en la práctica. El sable se puede convertir en puñal. No hay una guerra justa que no triunfe sin una enorme cantidad de crímenes, sean estos inevitables o no. De esta forma, el camino de la humanidad es reducir esta violencia simbólica a un mínimo”, expresa en Desde El Jardín.
Entre el siglo XIX y el siglo XXI disminuyeron las guerras, pero no así los conflictos los cuales adquirieron un matiz simbólico. Por eso, llama la atención la guerra ucraniana, pues se escapa de este esquema, y posee incluso, tintes de la expansión del Imperio Romano. “Tenemos esta sorpresa porque se trata de un Estado que ataca desembozadamente a otro porque dice que es una amenaza, pero de hecho lo quiere anexar. En esto, hay una apertura casi hitlerista, pues [el presidente ruso Vladimir Putin] instaló la idea del más fuerte”, explica Fermandois.
“La reflexión de Jünger nos sirve para reflexionar de [la guerra en Ucrania]? ¿Qué es lo que podemos extraer de esta mirada más profunda?”, pregunta Cristián Warnken.
“Sí, en Jünger hay una evolución. Es como un cantor del guerrero, a raíz de la Primera Guerra Mundial, la cual produjo un rechazo muy grande y es un punto de inflexión en la historia humana al guiar a la humanidad contra la guerra. [Sin embargo], aparece esta otra experiencia que dice ‘la guerra nos afirmó’. Este es Jünger, pero con una característica especial, pues dice que la guerra y el conflicto acompañan a la humanidad”, dice el historiador.
Pertenecer a una causa
Sus diarios son considerados como uno de los testimonios personales más relevantes de la Primera Guerra Mundial. No se trata de una experiencia que nace desde un lugar hostil, y no busca enemigos, sino que él guía la experiencia del guerrero. “Lo que quiere es la piedad por el que lucha por algo, aunque la siguiente generación se ría u horrorice del combate. Hay una fuerte nostalgia por la idea del guerrero noble, de la idea de un estamento guerrero”, complementa el historiador.
En los treinta el autor se alejaría del nacionalsocialismo para exclamar que la técnica mató al guerrero. Pese a que el primer diario de Jünger quería mostrar que el espíritu es superior a la técnica, tras 70 años, en su segundo diario cambia su postura rotundamente. Afirma que la técnica acaba con toda parte heroica, porque cuando los enemigos no se miran a los ojos comienza el imperio de la técnica, donde se elimina todo componente cultual.
El eros del conflicto
El pacifismo surgió tras la Primera Guerra Mundial. Jünger no pertenece a esta corriente, sino que busca rescatar las posiciones perdidas, “aquellos que caen hasta el último hombre, donde nadie los va a auxiliar. Mueren ahí, por una causa en la que pronto nadie va a creer. Sin embargo, ellos creen y ahí se realiza algo trascendental. Él quiere rescatar eso sagrado de alguna manera”, sostiene Fermandois.
¿Cómo surge la guerra y por qué se diferencia del conflicto? Cuando estalla una guerra aparece el enemigo de lo justo y estallan conflictos brutales, sin Dios ni ley. Y sin ninguna diferencia entre el combatiente y el no combatiente que es lo que ocurre actualmente.
En este aspecto, las mafias albergan un elemento militarista, porque “hay una tentación por el conflicto donde se presenta el horror, pero también de cierta forma se presenta un eros del combate. Esta ebriedad que es un botón a lo largo de la historia”, afirma.
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