La historia de las dos traiciones
El periodista que develó el caso de los llamados “cuadernos K” relató en el programa argentino de Mirtha Legrand los pormenores de la trama que tiene contra las cuerdas a la senadora Cristina Fernández.
“Todo el dinero iba al departamento particular de Cristina y Néstor Kirchner, que es en Juncal y Uruguay, que tiene dos entradas; a Olivos cuando era mucho dinero”, afirmó en el programa televisivo argentino “Almorzando con Mirtha Legrand” el periodista del diario La Nación Diego Cabot, quien destapó la investigación de corrupción conocida como “los cuadernos de las coimas” o “los cuadernos K”.
Se trataría del mayor escándalo de corrupción destapado por la prensa en la historia argentina, sobre todo porque involucra al matrimonio Kirchner, que gobernó el país entre 2003 y 2015.
Aunque la revelación es reciente, Cabot relató que los cuadernos los recibió el 8 de enero de este año.
Según dice en la grabación de esta entrevista (disponible aquí arriba), hubo tres pares de manos por las que pasaron los cuadernos: Óscar Centeno, quien los escribió; un amigo de él, a quien Centeno le pasó los cuadernos para que los ocultara cuando temía la persecución de la justicia, y las del mismo Cabot. Este afirmó que algún altercado o desavenencia debe haber ocurrido entre Centeno y su amigo: esto motivó al último a entregarle los cuadernos a un periodista -Diego Cabot- sin que Centeno lo supiera.
Cabot afirma que los cuadernos “son un relato tan perfecto”, que para los periodistas que conocían la trama, el leerlos “cerraba y encajaba cada una de esas piezas” de una gran trama de corrupción.
El periodista trabajó con dos estudiantes para sintetizar la información de los cuadernos: “Retipeamos todo y de ahí construimos una base de datos donde separamos direcciones, nombres, dominios, recorridos…”. Desde entonces, los cuadernos se convirtieron en objetos “anecdóticos” para ellos y trabajaron con la base de datos.
Una historia bien narrada
“Lo primero que me vino a la cabeza es la doble moral instalada, que nosotros por ahí, los que somos periodistas, la vemos bastante, la palpamos a diario. A veces nos cuesta transmitirla, esa doble moral que convive en la Argentina”, afirma Cabot. “Mientras había actos en la Casa Rosada, en el domicilio particular de la presidenta estaban dejando bolsos con dinero”.
El periodista insiste además en que la lectura de los cuadernos es una auténtica narración, en la que el personaje se va transformando: “Al inicio […] es realmente el libro de un remisero que cuenta hasta los kilómetros que recorría para después facturarle a su empleador. Pero después, lo que va sucediendo en el camino es la transformación de ese personaje […] en un testigo de lo que sucedía en su auto, que ni él podía creerlo”.
La periodista Luciana Geuna, quien también se encontraba en la mesa de Legrand, contó que Centeno y Roberto Baratta (número dos del exministro de Planificación Julio De Vido) “funcionaban como una familia”. En momento, de su narración, el chofer cuenta que Baratta le dijo estar “un poco cansado de llevar y traer plata”. “Y él le dice ‘pero te la llevás a tu casa, como que te llevás bastante’, y […] Baratta le dice ‘yo solo puchereo’, y Centeno le dice ‘yo ni eso'”, sostiene Geuna.
¿Por qué Centeno escribió esos diarios? Cabot solo puede especular: podía ser para dejar un testimonio de lo que ocurría y, eventualmente, denunciarlo, o para cubrirse las espaldas. Centeno “podría ser altruista o miserable”, dice el periodista, quien se inclina “más por las razones miserables que por las altruistas”. Pero esas eran las dos preguntas que lo carcomían: por qué alguien escribiría un diario de esas características -y que mantuvo desde marzo de 2005 hasta noviembre de 2015- y por qué otra persona se lo entregaría a un periodista. Es esta historia lo que Cabot llama “la historia de las dos traiciones”.
Según los relatos, ellos nunca contaban el dinero. Pero en el auto se daba un ambiente de mucha confianza y ahí se hablaba a veces de los montos. “Por lo que dice Centeno, y esto lo puedo inferir de todo lo que dice, ellos ya iban con el recorrido pactado y con el monto ya pactado. Ellos transportaban, se quedaban con una parte, muchas veces, o casi todas las veces […]. Muchas veces los recorridos terminaban llevándolo a Baratta a dejar su parte al domicilio donde finalmente lo detuvieron”.
“Hay un día que llevan alrededor de seis millones de dólares […] van a uno de esos garages […] en el microcentro y […] a nuestro chofer le hacen poner la valija en el baúl. Entonces él cuenta que una valija llena de dólares […] son más o menos 40 kilos”, relata Cabot. El operativo siguió con la entega de cinco millones de dólares a Olivos y Baratta le dijo a Centeno: “hoy es mucha plata, la quiere recibir el doctor (refiriéndose a Néstor Kirchner) en mano, así que te vas a tener que quedar afuera de la residencia […]. Y ese día, cuando todo termina, Baratta le dice al chofer ‘tomá’, […] y le regala la valija vacía”. Es este tipo de situaciones que le hacen pensar a Cabot que en Centeno fermentaba la mezquindad y la miseria.
“Había una estructura piramidal en el kirchnerismo donde obviamente el vértice era Kirchner, era muy celoso en el poder que delegaba, pero a su vez abajo lo abrían personajes muy cercanos que se encargaban de diferentes ramas de la actividad”, afirma Cabot. Según Geuna, fue la muerte de Kirchner lo que permitió que finalmente se develara esta trama: en ese momento, cambió el sistema. Se pasaron los bolsos a automóviles que, a su vez, eran llevados a la jefatura de gabinete.
Sin embargo, toda la trama de corrupción narrada por Cabot necesitaba de una pieza clave: “Para que esa asociación ilícita funcione, requiere que en algún momento el dinero salga del Estado para que vuelva a ellos. Por lo tanto, para que salga del Estado […] y retorne al núcleo corrupto, hay un pase de manos, y ese pase de manos es a través de los empresarios. Por eso están presos”, remata el periodista.