La baja en las visitas al teleférico y el cierre de los accesos al Parquemet
El nuevo teleférico ha revalorizado el Parque Metropolitano de Santiago, pero también deja al descubierto sus carencias: hay sectores valiosos que siguen siendo inaccesibles. ACTUALIZACIÓN AL FINAL DE LA NOTA
Las decenas de carros de colores surcando los cerros del Parque Metropolitano es quizás una de las postales más icónicas de la capital de Chile. En 2017, el teleférico de Santiago -con sus 46 cabinas capaces de transportar a seis personas cada una- recibió más de 1.125.159 visitantes, según datos obtenidos por PAUTA.cl.
Pero por más de siete años nadie sobrevoló las copas de los árboles del parque: las tres estaciones y su docena de torres firmemente incrustadas en la roca volcánica de los cerros se mantuvieron silenciosas. Dos accidentes ocurridos en 2008 y 2009 -que, afortunadamente, no dejaron personas heridas- obligaron a cerrar el teleférico original, construido en 1979 e inaugurado en abril de 1980. Una licitación fallida y el paso del tiempo dejaron la impresión de que esta importante atracción capitalina no volvería a funcionar nunca más.
Pero en noviembre de 2016, y luego de renovar no solo las cabinas y los motores, sino también las torres y el cableado, por fin se inauguró el nuevo teleférico. Paulina Saball, quien era ministra de Vivienda y Urbanismo en ese entonces, dijo esos días que el nuevo teleférico buscaba “saldar una deuda que teníamos con el patrimonio cultural e histórico de la ciudad de Santiago y sus habitantes”. En su discurso, la ministra destacó también el papel que cumplen las áreas verdes y los grandes espacios públicos recreativos, como el mismo Parque Metropolitano, para afianzar el vínculo de los citadinos con la naturaleza y con sus pares.
Los primeros tres meses de funcionamiento del nuevo teleférico se vieron beneficiados con el entusiasmo del momento. Con un promedio de más de 133 mil visitantes mensuales entre diciembre de 2016 y febrero de 2017, el teleférico tuvo un nivel de asistencia que no se ha repetido. De hecho, en febrero de 2018 las visitas se redujeron a menos de 93 mil, una gran diferencia con las más de 142 mil que recibió el mismo mes del año pasado. Aun así, hasta julio de este año, casi 580 mil personas han usado el teleférico, lo que demuestra el interés de la ciudadanía por visitar el parque.
Además, en junio de este año, el Presidente Sebastián Piñera reafirmó su compromiso de campaña de ampliar el Zoológico Nacional y transformarlo en un “ecoparque” que cuadruplique su superficie actual. La renovación y expansión del zoológico se haría en el mismo cerro San Cristóbal, en la ladera sur. Al hacer este anuncio, el Presidente afirmó que el ecoparque busca brindar a los animales “un mayor bienestar al vivir en un ambiente más parecido a su hábitat natural y a las personas una mejor y más rica experiencia de observación”.
En entrevista con Voces de la Gran Ciudad, el ahora exdirector de Parquemet, Mauricio Fabry, destacó las bondades de la iniciativa:
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Lo que queda claro es que el Parque Metropolitano es un hito de la capital, al punto que los gobiernos más diversos de la historia de Chile han hecho intervenciones importantes en él, creando nuevos atractivos y paseos para sus visitantes.
Sin embargo, hubo un tiempo en que los cerros San Cristóbal, Tupahue, Chacarillas y Los Gemelos ni siquiera eran públicos.
De rocas a árboles
Las grandes heridas en las laderas de los cerros del Parque Metropolitano son los únicos testimonios que dan cuenta de su pasado. Hasta principios del siglo XX, los cerros San Cristóbal, Tupahue, Chacarillas y Los Gemelos (que constituyen una especie de “península” de la Cordillera de Los Andes) eran áridas canteras de las cuales se extrajeron las rocas con las que se construyeron varias obras públicas y privadas de Santiago, entre ellas el puente Cal y Canto y el mismísimo Palacio de La Moneda. Ya en la década de 1870, el entonces intendente de Santiago Benjamín Vicuña Mackenna pensó en transformar estas canteras en un gran parque para la ciudad. Y en verdad él podría haber sido la persona indicada para ello: fue él quien canalizó el río Mapocho, impulsó una gran campaña de arborización de la ciudad y convirtió el peñón rocoso que era el cerro Santa Lucía en el paseo verde con fuentes y estatuas que conocemos hoy.
Pero hubo que esperar más de cuatro décadas para que, en 1917, se promulgara la Ley Nº 3295, que permitió “al Presidente de la República, por el plazo de dos años, para aceptar las donaciones, para comprar o espropiar los terrenos que se estienden desde el Bosque Santiago hasta el cerro San Cristóbal inclusive, […] terrenos que se declaran de utilidad pública i que se destinarán a la formacion de un gran parque de uso público [sic]”. Poco después de la expropiación se iniciaron los trabajos para construir un camino apto para los primeros automóviles, tal como se atestigua en el archivo fotográfico Cerro San Cristóbal (1919), de Manuel Corvalán.
El programa de forestación y la construcción de canales de regadío se iniciaron en la década de 1920 y en 1925 se inauguró el zoológico y el funicular (hoy declarado Monumento Histórico). Como dato curioso, la estación de acceso al funicular, construida como torreón medieval, fue erigida con piedras extraídas del mismo cerro y es obra del arquitecto Luciano Kulczewsky.
En la década de 1960 se mejoraron los accesos al parque y se erigieron nuevos sitios de interés, como la Casa de la Cultura Anahuac, la piscina Tupahue y la plaza de juegos Gabriela Mistral. En 1978 se inauguró el Jardín Japonés y en 1979 se inició la construcción del teleférico, que empezó a funcionar el 1 de abril de 1980.
El daño de las autopistas
Muchas veces se recuerda que, con más de 700 hectáreas (más del doble que el Central Park), el Parque Metropolitano de Santiago es el parque urbano más grande de Latinoamérica y el cuarto más grande del mundo. No obstante, Ricardo Hurtubia, académico de la Escuela de Arquitectura y del Departamento de Ingeniería de Transporte y Logística de la Pontificia Universidad Católica de Chile, explica a PAUTA.cl que el parque es mucho más grande que los sectores cubiertos por el camino de automóviles y que “hay otras partes del parque que no son muy accesibles y son muy valiosas”.
Una de ellas es el proyecto de Jardín Botánico Chagual, que estará dedicado a las flora nativa del clima mediterráneo de Chile. El proyecto se inició en 2002, pero además de tener problemas de financiamiento, Hurtubia destaca que está aislado a causa de las autopistas. “Las autopistas cumplen un papel bien nefasto […] de impedir el acceso de la ciudad al Parque Metropolitano”, dice Hurtubia. Según él, “las autopistas alrededor del Parque Metropolitano son un pésimo negocio, porque estás impidiendo el acceso a uno de los sectores más valiosos de la ciudad”.
Consultado sobre si podrían construirse nuevos teleféricos que permitan llegar a otros sectores, Hurtubia es categórico: “El teleférico ayuda, pero no es una bala de plata que mejore el acceso a todo el parque mágicamente”. Para él, un parque como este requiere múltiples accesos y que se desarrollen áreas que están casi abandonadas, como las del sector poniente o las que colindan con el Parque Bicentenario: “Sería ideal que el Parque Bicentenario se conectara con el Parque Metropolitano […] y tendrías un sistema de parques, tú podrías recorrer la ciudad entera en bicicleta […], o caminando a través de parques”. No obstante, insiste en que las autopistas se convirtieron en “barreras” que bloquean proyectos como este. Por ello, Hurtubia dice que es necesario, a futuro, tomar en cuenta el impacto que tienen estas obras en el desarrollo urbano.
Concentración de visitantes
Los mejores meses para el teleférico son los de vacaciones: diciembre, enero, febrero y julio. Según informa a PAUTA.cl el mismo director (s) del Parque Metropolitano, Hernán Merino, tiene usuarios suficientes para que el mantenimiento y administración se cubran solo con el precio de la entrada, sin necesidad de subvención. Las largas filas que se forman los fines de semana -y que pueden implicar horas de espera para llegar a la entrada- concuerdan con las cifras: hay un genuino interés de la ciudadanía no solo por utilizar el teleférico, sino también por visitar el parque.
No obstante, Hurtubia destaca que hay una concentración excesiva de público en el área entre el acceso de Pedro de Valdivia y la cumbre del cerro San Cristóbal. Además, destaca que, durante los fines de semana, los caminos del parque están saturados de gente en bicicleta y caminando: “Ya no cabe más. Hacen falta más caminos, más senderos, más atractivos que distribuyan a la gente para que no se concentre en un solo lugar”, dice el académico. En ese sentido, la renovación y ampliación del Zoológico Nacional a través del ecoparque anunciado en junio podría generar más congestión en un área reducida.
El camino que ha recorrido el Parque Metropolitano en más de un siglo de existencia, no obstante, ha sido largo: desde unos áridos cerros cuyo único valor eran sus canteras, hasta un parque arborizado, con áreas de juego y pícnic, piscinas públicas, un teleférico, un funicular y un zoológico. Su gran extensión y proyectos como el Jardín Botánico Chagual demuestran que aún tiene mucho potencial de desarrollo.
La existencia de grandes áreas verdes recreativas como esta nunca han sido puestas en cuestión. En 1873, el ya legendario indentente de Santiago Benjamín Vicuña Mackenna escribió sobre la importancia de estas en su memoria Un año en la Intendencia de Santiago. Lo que es la capital i lo que deberia ser (p. 125): “Pasar de los edificios i empresas de mera utilidad a los paseos públicos no significa una transicion violenta. La hijiene i la estadística demuestran al contrario, que los espacios concedidos a la luz, a la renovacion del aire, a la vejetacion i a las flores ahorran epidemias i hospitales. Por consiguiente, los paseos suelen ser tan buenos negocios para los municipios como el agua potable i el alumbrado por gas [sic]”.
Resulta curioso comparar esta visión con la de otra autoridad, como la de la exministra de Vivienda y Urbanismo, Paulina Saball, quien, 143 años más tarde, diría lo siguiente: “Los espacios públicos y los parques urbanos permiten a las familias salir de sus hogares y encontrarse en lugares seguros, contactarse con la naturaleza, encontrarse con los vecinos y transformar estos lugares en una extensión del espacio doméstico“.
Nota: esta nota incorporó en su título la expresión “el cierre de los accesos al Parquemet”, lo que puede generar confusión en el lector y no representa en forma cabal el contenido del artículo. El título debió exponer que existen otros accesos posibles al Parquemet menos concurridos o poco conocidos. Tal como aclara Parquemet en una comunicación recibida el martes 28 de agosto, “tenemos los cuatro accesos formales del Parque Metropolitano de Santiago operativos, los cuales son Pío Nono (Recoleta), Pedro de Valdivia Norte (Providencia), La Pirámide (Vitacura) y Zapadores (Recoleta). Además, existen otros peatonales como el acceso Santos Dumont, también en la comuna de Recoleta”. Este medio realizó intentos por contactar a la dirección de Parquemet en los meses de junio, julio y agosto, pero no obtuvo resultados de esa gestión.