El fuego devora una parte de la historia del mundo
El incendio de la catedral de Notre Dame atacó el corazón católico y patrimonial de franceses y peregrinos.
Algunas horas batieron a más de ocho siglos.
Poco antes de las siete de la tarde en París, las llamas se atenazaron sobre las tablas, los fierros, las piedras de la Catedral de Notre Dame. El musgo ardiente trepó por la aguja -ese pináculo llamado “flecha” por los franceses y cuyas primeras versiones datan de 1250- y la botó en forma abrupta, dolorosa. Caían las campanas, las reliquias católicas engarzadas en la punta con forma de gallo, la cruz centenaria.
Las 500 toneladas de madera y las 250 toneladas de plomo de la aguja, que resistieron vientos, incendios previos, revoluciones y guerras, se transformaron en cenizas y humo. La estructura completa, cuya construcción partió en 1163 y se entregó en 1345, quedó convertida en naves fantasmas.
Las torres, aunque esqueléticas, se salvaron.
Sí, allí se coronó a Enrique VI de Inglaterra y, a pesar de muchos, rey de Francia. En su abrigo, Napoleón Bonaparte tomó él mismo la corona para encumbrarse como emperador. También fue el lugar donde la heroína francesa Juana de Arco fue beatificada a inicios del siglo XX, cinco centurias después de sus acciones. No hubo otro edificio donde las gárgolas fueran tan famosas, celebradas por la pluma de Víctor Hugo.
La lección patrimonial
Para Catalina Zabala, docente de historia de la Facultad de Arquitectura de la Universidad del Desarrollo, esta desgracia patrimonial y cultural debiera llevar a todos a reflexionar respecto de qué hacer con este tipo de estructuras, porque son lugares con escasa capacidad para responder a este tipo de emergencias.
Solo por fortuna algunas estatuas se salvaron de la destrucción, pues habían sido retiradas antes de que se iniciara una refacción.
El doctor en historia Marcial Sánchez, especialista en historia eclesiástica, dijo que el incendio es uno de los peores desastres de la Iglesia. “Lo que se está quemando es un enclave de Europa”, señaló en Pauta Final.
La consternación que provoca se vuelve más agria en estas fechas. Resulta bastante simbólico para el mundo cristiano que esto ocurra justo en Semana Santa, plantea Sánchez, y cuando la Iglesia Católica atraviesa por sus peores momentos en la historia por los cuestionamientos por los abusos.
Fue tan intensa la fuerza de las llamas que muchas personas se apostaron en las calles a rezar. Era ua oración espontánea frente a un monumento evanescente. Mientras los bomberos intentaban quitarle el edificio al fuego, la fiscalía francesa ya había iniciado sus indagaciones para entender el cómo y el cuándo del incendio. En principio, la responsabilidad parece encaminada a las labores de reparación que estaban en marcha.
“Reconstruiremos todos juntos Notre Dame”, prometió el presidente de Francia, Emmanuel Macron, al visitar la zona en Île de la Cité. Vestía traje y corbata negros.