Jason Brennan: “Los votantes suelen ser ignorantes, irracionales y altamente sesgados”
El filósofo, autor de ‘Contra la democracia’ y ‘Capitalismo, ¿por qué no?’, afirma que el sistema capitalista es moralmente superior.
Luego de doctorarse en filosofía por la Universidad de Arizona en 2007, Jason Brennan (1979) se ha convertido en un joven y ascendente intelectual de nuestros tiempos. A un ritmo actual de publicación de casi un libro por año, este profesor de economía y ética de la Universidad de Georgetown, en Washington, DC, ha reivindicado lo que él considera la superioridad moral del capitalismo y los cuestionamientos a ciertos dispositivos del modelo democrático actual.
Entre una serie de libros, destacan al menos dos de mayor impacto: Capitalismo, ¿por qué no? (2017 en español) y Contra la democracia (2018 en español). Brennan estuvo en Chile, invitado por la Fundación para el Progreso.
En esta conversación con PAUTA, el académico explica por qué escribió su ensayo de defensa del capitalismo y cuáles son, a su juicio, los males de la democracia que cree bien podrían ser superados con un sistema alternativo de elección.
—Por qué sintió la necesidad de refutar el pequeño libro ¿Por qué no el socialismo?, de Jerry Cohen.
“Creo que en siglo XX hay una historia que les contamos a todos, que dice que tenemos este experimento masivo entre estos dos fundamentalmente diferentes modos de organización económica: el capitalismo y el socialismo: a los países socialistas no les iba muy bien; a los capitalistas, sí. Incluso la gente pobre en los países capitalistas es más rica que el promedio de la gente de los países menos capitalistas. Sin embargo, aunque eso es lo que sucedió, el socialismo aún tiene esta elevación moral, lo llamamos el ‘terreno moral’. Parece más amable ser un socialista que un capitalista. Creo que Jerry Cohen es el que mejor lo capturó desde un punto de vista filosófico, porque fue una persona que creció siendo un marxista, fue a un campamento marxista cuando niño. Pero al final de su vida reconoció que el socialismo no estaba funcionando, y que el capitalismo sí lo hacía, pero dijo que la razón era porque los seres humanos son terribles, malos y egoístas; ‘el socialismo no funciona porque somos malos y el capitalismo funciona porque usa estas motivaciones individuales’. Entonces pensé que alguien tenía que responder a esos argumentos, uno que no fuese un argumento acerca de la economía, sino un argumento acerca de las utopías”.
—Y le surgió a usted la idea de que el capitalismo debería ser mejor considerado.
“Sí, creo que hasta en un mundo de ángeles el capitalismo es por lo menos igual de bueno que el socialismo. Entonces quería hacer una comparación manzanas-manzanas, naranjas-naranjas que Cohen nunca hizo”.
—… el capitalismo, ¿tan bueno como el socialismo?
“En efecto, es mejor”.
—Lo de los “tipos ideales” es uno de los temas principales de su libro y concluye que el tipo ideal del capitalismo es moralmente superior al tipo ideal del socialismo. Es interesante la forma en la que toma la idea de la moralidad como el tema principal. No se trata solo acerca de tener más plata o de tener más libertad, es acerca de la justicia.
“Sí, eso es correcto. Creo que es importante entender el argumento de Cohen primero, porque le estoy respondiendo a él. Cohen argumenta que nos imaginemos que a todos los que te importan, tus amigos, se van todos juntos a acampar y porque realmente te preocupas por ellos y realmente se quieren, cuando llegas al camping, todas las posesionas que traes las comparten en partes iguales entre todos. Y, porque te importan, no te aprovechas de su generosidad, y también intentas asegurarte de que todos lo pasen igual de bien en el paseo. Y pregunta: ‘¿Cómo suena eso?. Suena maravilloso, me gustaría tener un paseo de camping así, pero nótese que estás viviendo bajo principios socialistas’. Después dice: ‘Intenta imaginar que la gente de este paseo se comportase así en los sistemas capitalistas, entonces pueden compartir sus conocimientos, pero solo por plata. Pueden usar sus habilidades, por ejemplo, si alguno es muy bueno para pescar, pero solo lo hacen si les pagan más y no tienen que hacer una pésima tarea; pueden reunir más riqueza para ellos simplemente para atraer a otros y mostrar que son superiores’. Entonces, eso es lo equivalente a ‘estoy usando un reloj suizo de lujo para mostrar que tengo riqueza’, por lo que está basado en un comportamiento inmoral, piensa él. Por ende, [Cohen] pregunta si uno prefiere la versión socialista del camping o la capitalista, y casi la mayoría, sin importar su ideología de fondo dice ‘oh, la versión socialista es obviamente mejor’, de lo cual sigue un ‘¡ah!, ¿acaso eso no significa que usted el lector o usted el oyente es un socialista, incluso si pertenece a un partido liberal? En el fondo, no le gusta el capitalismo'”.
“Eso suena muy plausible, pero leyendo su libro me di cuenta de que comparó una forma idealizada del socialismo donde estipuló que todos tienen motivaciones perfectas. No habla de los socialistas reales, no habla de lo que pasó en Venezuela, en la Unión Soviética o en Corea del Norte, sino que habla de un sistema hipotético donde estipula que la gente se comporta en base a un ideal moral y lo compara con lo que representa un sistema capitalista real, por lo que ese modelo socialista ideal parece superior a una descripción actual del capitalismo. De la misma forma en la que si uno ve caricaturas de Disney y dice ‘oh bueno, no me molestaría ser gobernado por Elsa, de Frozen, parece una reina muy buena, prefiero tener eso que a Donald Trump en Estados Unidos'”.
“Entonces le dije eso a él y su respuesta fue ‘sí, eso es un buen punto, pero no se cómo sería un modelo capitalista ideal, ¿no es acaso un concepto incoherente?’. Ese fue el punto inicial del libro. Pasé un par de años pensando en eso”.
—Esa fue su provocación.
“Sí, sí”.
—Y después, se le ocurrió la idea del Club del Ratón Mickey.
“Correcto. Publiqué un ensayo de esto en una revista de ética y negocios y no había hecho más al respecto, y después mi hijo más pequeño (tenía un año en ese tiempo) estaba viendo un programa de televisión que se llama Mickey Mouse Clubhouse… no sé si tienen eso acá en Chile”.
—De seguro que existe.
“En este club me di cuenta de que se representaba algo muy cercano a una utopía capitalista. Lo interesante es que hay un programa en Estados Unidos de los años 50 llamado The Mickey Mouse Club con Annette Funicello y algunos otros para niños. Este programa mostraba unas caricaturas de animales antropomorfos viviendo juntos en una aldea y me di cuenta de que siempre hacen lo correcto, lo hacen por la razón correcta, siempre se preocupan por el otro. Cuando hay cualquier tipo de problema o conflicto, siempre trabajan juntos para resolverlo. Viven bajo principios de justicia social, se aseguran de que todos obtengan lo que necesitan, pero lo hacen en una superestructura anarquista-capitalista. A pesar de que no tienen un tipo de gobierno, porque al ser moralmente perfecto no necesitan policías 24/7 para proteger sus derechos, simplemente hacen lo correcto”.
—No necesitan reglas.
“Claro. Tienen una comprensión común acerca de la moralidad. Nosotros entendemos cosas como que se supone que no debo hacerte daño o de sacar tus cosas, si necesitas algo debería ayudarte. Entonces tienen todas esas cosas, nada que un socialista pueda reclamar desde un punto de vista moral, pero sorpresivamente también tienen propiedades privadas robustas como medios de producción. Entonces la vaca es dueña de una empresa de muffins, Mini Mouse tiene una ‘bowtique’, un salón de belleza y los propietarios compran y venden cosas en el mercado, incluso cuando son perfectamente altruistas. Mientras lo miraba, pensaba ‘por qué hacen esto’ y esta es una descripción de una utopía capitalista, lo que está a la par del socialismo utópico de Cohen. Lo que hago en el libro es ver las fallas de eso, pero también les pregunto a los lectores, después de describir su utopía y la mía: ¿En cuál preferirías vivir?
—Y esa es la gran pregunta al final. Pero, ¿hay solo un tipo de capitalismo ideal o más de uno? En su libro hay solo uno, que es vago de todos modos.
“De hecho, trato de decir que no solo hay uno. Esto es un problema con la forma en la que los filósofos trabajan en general. Hay un clásico filósofo liberal llamado Robert Nozick, quien escribió este libro muy importante llamado Anarquía, Estado y Utopía y dijo que el problema con la filosofía utópica como en la historia de la humanidad es algo que todos hacen: las personas que se imaginan utopías tienen una idea y dicen que todos deberían vivir de esa forma”.
“Para algunos, una utopía puede ser un lugar menos avanzado tecnológicamente y que comparten un sistema de pesca en el que todos comparten unos con otros. Quizás para mí una utopía sería como una ciudad menos la congestión, donde escucharíamos heavy metal y tocaríamos guitarra todo el día. Quizás para ti una utopía sería una comuna socialista y eso es una de las cosas que apunta: en una utopía capitalista, el socialismo igual estaría incluido, existirían comunas socialistas en su interior y de hecho encuentras eso en diferentes países donde en un sistema capitalista la gente todavía elige vivir en comunas”.
La preponderancia moral
—Otros autores, como John Tomasi, Patrick Deneen e incluso Francis Fukuyama, le dan preponderancia al dilema moral. ¿Por qué cree que estamos hablando de estos temas estos días?
“Acá hay una hipótesis que se me acaba de ocurrir pero creo que es plausible. En la economía existe este concepto llamado bien superior, así que lo que llamamos los bienes normales son las cosas que mientras más rico te haces las compras en proporción a cuánto dinero tienes, y es la mayoría de las cosas que compras. Lo que se llaman bienes inferiores son cosas que sueles comprar cuando estás relativamente pobre. Pero cuando hablamos de los bienes superiores, la gente no tiende a consumirlos tanto hasta que llegan a cierto nivel de prosperidad. Cuando la gente está produciendo 12 mil dólares por año o menos per cápita no tienen mucha preocupación por el medioambiente, porque están preocupados de satisfacer sus necesidades básicas, como si sus hijos van a morir de hambre o seguridad financiera inmediata, y cuando pasan ese punto de repente empiezan a estar más dispuestos a hacer compensaciones para proteger el medioambiente en vez de solo querer aumentar su riqueza. Quizás la moralidad es otro de estos bienes superiores”.
“Una de las cosas que encuentras es que en los países más ricos hay niveles más altos de confianza interpersonal y hay una pregunta abierta de por qué ocurre eso. Una cosa es que mientras más confianza interpersonal hay, es más probable que uno prospere, porque haces más ofertas con la gente, la economía fluirá mejor, con menos aplicaciones de leyes habrá más crecimiento. Pero igual puede ser que a medida que los países se hacen más ricos, aumentan sus niveles de confianza. Si te está yendo muy bien y no estás preocupado de ser una víctima, generalmente confías en la gente y, como te va tan bien, no quieres victimizar a otros por lo que eres digno de esa confianza”.
—Podría ser más correlación que causación, no sabemos.
“Sí, es difícil decirlo. Pero creo que sería causación mutua, que es una cosa de esfuerzo propio”.
La alternativa a la democracia
—Ahora bien, usted tiene otro libro provocador: Contra la democracia. ¿Por qué la democracia no sería un sistema justo?
“A pesar de escribir un libro que se llama Contra la democracia… Lo llamé así porque sabía que vendería más copias. El título original era ‘Contra la política’; me llamó mi editor una semana antes de imprimirlo y me dijo ‘si lo llamas ‘Contra la democracia’ tendrás más lectores, pero se enojarán, y si lo llamas ‘Contra la política’ tendrás menos lectores, pero serán más simpáticos’. Y dije: ‘Bueno, muéstrame el dinero'”.
—¡Y tenía razón!
“¡Sí, tenía razón! Sabía lo que estaba haciendo”.
“Soy fan de la democracia como soy fan de Iron Maiden, pero Iron Maiden tiene álbumes malos y la democracia tiene sus fallas. La democracia puede ser el mejor sistema político que ideamos hasta ahora. Pero, durante los últimos 70 años la investigación acerca del comportamiento de los votantes, la sicología del votante, qué hace funcionar a los políticos, lo que hace que la gente procese información, qué tanto votan… tenemos mucha investigación y unívocamente muestra que los votantes suelen ser ignorantes, irracionales y altamente sesgados. Para los votantes, la forma en la que participan en la política es parecida a la forma en la que eligen la afiliación de su equipo deportivo”.
“La idea detrás de un sistema democrático tiene que ver con que ningún individuo por nacimiento tiene algún poder real, todos los individuos tienen el mismo poder inicial y eso es lo que encontramos, pero el problema es que si tienes un sistema así la gente no tiene un incentivo de pensar cuidadosamente cómo votan y cómo usar su voto para promover sus legítimos intereses. Una analogía que me gusta usar es, imagina que estás en una universidad y la clase tiene mil estudiantes, y el profesor dice ‘soy un igualitario, entonces lo que va a suceder es que al final del semestre todos van a tomar un examen final que valdrá la nota completa para esta clase, pero tú no tendrás tu nota ni tú la tuya, sino que todos tendrán la misma nota, voy a promediar todas sus notas y eso es lo que tendrán’. Si fueras a hacer eso -y hay experimentos que han verificado esto-, la nota promedio será de reprobación y no aprenderán algo. No es porque sean estúpidos o porque sean básicos o malas personas, sino porque los incentivos que están siendo creados no les están dando ninguna razón real para aprender”.
“Votar en una elección es como tomar un examen con miles de otras personas. Tu voto no cuenta mucho y, a pesar del hecho de que eso le puede parecer ofensivo a algunas personas, sabemos que los votantes están de acuerdo y que saben que sus votos no valen mucho y, para ser justos, dado el sistema de votación que tienen en Chile, donde su voto importa más que el mío en Estados Unidos -tienen un mejor sistema de votación-, aún no importa mucho. Entonces si votas por el político que mejor representa tus intereses, si votas por el partido que más les haría daño y te quedas en casa, eso básicamente tiene el mismo efecto”.
—Sí, aunque podemos decir que la gente que toma su clase está voluntariamente teniendo esas clases, y eso se compara con la votación voluntaria y obligatoria. Ahora bien, ¿qué es la epistocracia?
“La epistocracia es un sistema alternativo a la democracia. La idea detrás es que retenemos muchos de los factores normales de una democracia: tendríamos legislaciones, separación de poderes y un sistema judicial y otras cosas que ves en una democracia moderna, pero tienes un pequeño cambio. En una forma u otra, se pesa el voto según el conocimiento político. El sistema que tengo en mente lo puedes llamar gobierno por oráculo simulado, lo puedes llamar iluminando la preferencia de votar. Lo que pasaría en el día de votación sería lo siguiente: todos pueden votar, incluyendo los niños (no hay razón para excluirlos); acá hasta pueden poner tu perro y no importaría. Nadie tiene un voto extra por sobre otra persona, pero cuando votamos hacemos tres cosas: lo primero es que nos dices lo que quieres, entonces cualquier sea el asunto, sea un acto de ley, poner a un partido en el poder para sacar el presidente, sea el problema que sea vas a votar para eso, vas a expresar tu preferencia. Pero no haces simplemente eso, eso es lo que hacen todas las democracias: vamos a agregar dos pasos más”.
“El segundo paso es que anónimamente entregas tu información demográfica. [Son] factores como ¿está usted empleado?, ¿cuál es su ingreso?, ¿cuál es su identidad religiosa?, ¿cuál es su identidad de género?, su identidad racial. Y la razón es que estas cosas afectan las preferencias de los votantes bastante y las necesitaremos para el paso final”.
“El tercer paso es que les damos un examen, una prueba con preguntas muy básicas de conocimiento político: ‘¿Puede identificar la tasa de desempleo con un porcentaje de cinco puntos?, ¿sabe cuáles partidos controlan el Congreso?, ¿sabe cuánto tiempo lo han controlado?, ¿sabe quién es el presidente?, ¿puede nombrar partes generales de ciertas legislaciones que se han tomado recientemente?’. Se pueden incluir otras cosas como ‘¿cuál es le precio de un boleto en un bus a través del pueblo?’. Y cualquier otro factor que puede ser considerado relevante en cómo vota la gente, entonces les das un examen, una batería de preguntas y por cierto cuando les das estos exámenes la mayoría de las personas falla, la gente no sabe todas las respuestas”.
“Entonces tenemos estos tres tipos de información: qué quiere la gente, quiénes son y qué es lo que saben. Tenemos este set de tres de datos, podemos tomarlos, hacerlos públicos y cualquier diario puede revisarlo y lo que puedes hacer después es simular: qué podría haber querido el público si hubiesen estado totalmente informados”.
—Esto es definitivamente provocador y me imagino que está lidiando con eso todos estos años, porque a usted lo han criticado. Algunos dicen que la forma en la que está pintando esta imagen es que estaría permitiendo que la gente más rica vote y no la gente más pobre, y estoy seguro de que no está diciendo eso.
“Lo que pasa con ese libro es que cuando describo la epistocracia digo ‘aquí hay nueve versiones de ella, mi forma favorita es la número siete’, y la gente dice ‘sí, la forma uno que no defiendes nos enfurece, te criticaremos por eso’. Y yo estoy como ‘ni siquiera estoy hablando de eso’. Este libro ha sido controversial, pero también ha sido muy leído y también ha sido sorpresivamente posicionado en un lado positivo en la prensa alrededor del mundo y creo que la razón para ello es que vino justo en el momento correcto. Ocurrió la votación por el Brexit y mi libro apareció un poco después, así que a lo largo de Europa la gente tenía hambre de por qué esta estúpida cosa había ocurrido y más tarde [Donald] Trump apareció como candidato en los Estados Unidos cuando salió el libro, y la gente se preguntaba por qué estaba pasando”.
—Usted lo escribió antes de todo eso.
“Sí, partí trabajando en él en 2012. En todos estos países estamos viendo el ascenso de los partidos del ala derecha, y no solo eso, sino también del ala izquierda”.
—La gente generalmente culpa a los políticos. No culpan a los votantes. Usted dice: enfrentémoslo, la mayoría de ellos son ignorantes, que no es un pecado, ¿cierto? Tienen que vivir sus vidas, y la política no está en la línea central de sus vidas.
“Sí, eso es correcto. No espero que la persona promedio sepa mucho de política, tal como yo no te puedo hablar mucho del fútbol chileno, porque no es mi cosa…”.
—Claro.
“No sé mucho de plomería y está bien, la gente conoce cosas diferentes. Culpamos más a los votantes que a los políticos, porque al final del día la calidad de nuestros políticos refleja la calidad de nuestro electorado. Los partidos quieren ganar, entonces van a poner a políticos que atraigan a la gente que está votando. Si hipotéticamente todos fueran perfectamente conocedores y perfectamente racionales, pensando en una forma muy científica de la política, nunca ofrecerían a Donald Trump como candidato […] El problema según el cual los votantes son ignorantes o irracionales no es porque son tontos ni estúpidos, sino porque tienen malos incentivos […] Consumimos información para descubrir que estamos en lo correcto. Poca gente es genuinamente abierta de mente, lo que pasa es que la mayoría de la gente marxista lee literatura marxista y si lees algo no marxista, a propósito elegirás algo tonto para poder alejarte y decir ‘sí, tenía razón, realmente son estúpidos’. Y eso es verdad para todos, incluso para la gente de mi lado. Todos lo hacemos”.
Revise el podcast con la entrevista completa sin editar:
Fernanda Valiente contribuyó en la traducción de esta entrevista.