Niños que aprenden demasiado rápido
Saben leer y escribir desde muy pequeños. Parecen ventajas, pero los niños con “altas capacidades” sufren por partida doble: incomprensión y bullying. Ni siquiera el Estado va a su ritmo.
Un día, en la puerta del refrigerador aparecieron palabras. Macarena Núñez quedó extrañada. Su marido, Alexis Rojas, no había sido, y en su casa en Talca solo vivían con Gabriel, su hijo de cuatro años, y unas mascotas.
A Gabriel Rojas desde muy pequeño le interesaron las letras. Se las aprendió tempranamente de memoria. Las formas. Los sonidos. Que la P con la A suena PA, y que se si cambia la A por una E suena PE. Cuando su madre le obsequió un set de imanes con formas de letras, el pequeño hizo lo suyo: allí estaba el refrigerador. Ni siquiera asistía al colegio. Otro día, mientras veían las noticias en familia, Gabriel leyó los titulares que aparecían en el televisor.
La madre sospechaba desde hace un tiempo que su hijo tenía algo especial, que aprendía más rápido que otros y que su memoria superaba la de la media. Hoy, con cinco años, Gabriel ya se sabe de memoria el RUT de su padre, de su madre y el suyo propio. Además, conoce a la perfección qué simboliza cada señal del tránsito.
“Cuando le gusta algo, siempre quiere aprender más de eso”, cuenta Macarena Núñez. Si le gustaban los autitos de juguete y los camiones de construcción, al poco tiempo aprendió por sí solo a diferenciar una excavadora de una grúa. “A veces con mi marido nos preguntamos quién de los dos le enseñó algo, y resulta que ninguno fue. Debe de haberlo visto por algún lado y lo memorizó”, comenta.
Niños con altas capacidades
La sicóloga y docente de la Universidad de Los Andes María Paz Gómez lleva 13 años estudiando casos como este. Su doctorado lo hizo en educación especial en la Universidad de Arizona, en Estados Unidos. Investiga acerca de niños cuyas capacidades intelectuales se alejan por arriba del promedio de su edad, y que presentan algunas características como excelente memoria, fluidez verbal, humor, sensibilidad emocional, alta empatía, creatividad y pensamiento complejo, entre otros.
“El rendimiento por sí solo, tanto en una prueba como en el ámbito escolar, no es decisivo para decir que un estudiante tiene alta capacidad. Es mucho más importante mirar procesos, características, comportamientos, que solo un número”, señala la investigadora, quien además integra el cuerpo docente del Diplomado “Intervenciones Psicoeducativas para estudiantes con alta capacidad”, impartido en la Universidad de Los Andes.
Aunque la definición de “altas capacidades” está sometida al escrutinio propio del debate académico, en general apunta a niños y adolescentes que exhiben una capacidad elevada para rendir en materia intelectual, creativa o artística, y sobresalen en determinadas áreas académicas. Algunos autores, como Joseph Renzulli, inspirador e investigador del Renzulli Center for Creativity, Gifted Education, and Talent Development, de la Universidad de Connecticut, sostienen que los estudiantes con alto talento son aquellos que combinan un desempeño superior al promedio en capacidad por encima de la media, compromiso con la tarea y creatividad.
Existe una tradición sicométrica en el área, donde estas altas capacidades se evaluaban a través del coeficiente intelectual. Hoy en día muchos teóricos de la inteligencia apuntan hacia una evaluación más integral, “porque un número no puede definir a un niño o a una persona”, comenta Paula Irueste, docente de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional de Córdoba, en Argentina.
Los diagnósticos errados
“Algunos me dijeron que tenía ásperger, otros que tenía déficit atencional”, cuenta Katherine Bordones sobre su hija de siete años con altas capacidades intelectuales, Esperanza Catalina.
En su momento Gabriel Rojas también recibió diagnósticos errados. “Como era perfeccionista y no hacía mucho contacto visual, en algún momento pensaron que tenía ásperger”, señala su madre.
La sicóloga María Paz Gómez explica que los diagnósticos equivocados son más comunes de lo que se quisiera. “Algunos padres la pasan muy mal. Van de diagnóstico errado en otro, con profesionales que desconocen el tema, ya que tampoco estamos formando en ello”, dice.
También cuando Sofía (no es su nombre real, modificado por solicitud de sus padres), hoy de 13 años, comenzó a cursar prekínder, recibió un comentario que no solo le generó confusión, sino que plantó en ella una semilla de inseguridad. “Rara”, fue la palabra que usó una profesora para definir a Sofía y su comportamiento en relación con el resto de los niños. “Quizás tiene ásperger”, sugirió la docente.
Su madre la llevó a un siquiatra. Él le dijo que efectivamente su hija presentaba ciertos rasgos ásperger, pero sumamente leves y que no eran suficientes como para diagnosticar dicha condición. Pero estaba lo otro: la niña presentaba una inteligencia superior, y si en el colegio jugaba sola era porque los demás compañeros no lograban seguirle el ritmo.
En tiempos de Messenger, a Sofía le daba pánico el guiño del cerdo bailarín. También escuchar algunas canciones le generaba sentimientos tan intensos que dejaron de oírse en su casa.
A Esperanza, los ruidos fuertes le molestaban. El sonido de la descarga del estanque en el baño, las máquinas para secarse las manos y los fuegos artificiales, cuenta su madre.
Pero pareciera que aún falta que se exponga más el tema y se eduque incluso a los mismos docentes. “Hay colegios que no creen en las altas capacidades”, cuenta Carolina Vásquez, sicóloga especializada en el diagnóstico de esos niños y quien durante 10 años trabajó en el Centro de Estudios y Desarrollo de Talentos de la Pontificia Universidad Católica (Penta UC). En sus conversaciones con profesores de colegios, observó el mismo problema. “Encuentran que es darle algo especial a quien supuestamente no lo necesita, y que aumenta la diferencia o estigma con sus compañeros”, agrega preocupada.
Una característica propia de los niños con altas capacidades intelectuales es su hipersensibilidad en diversos aspectos. “Por ejemplo, en lo sensitivo, las etiquetas de la ropa en la piel se sienten mucho más intensamente, los sonidos también”, explica Paula Irueste. “Esto hace que a veces se confunda con autismo, déficit de atención [TDAH] o hiperactividad, lo cual lleva a la patologización de algo que en realidad no es un problema”, agrega.
Fuente: “Niños con altas capacidades intelectuales. Signos de alarma, perfil neuropsicológico y sus dificultades académicas”- www.elsevier.es
El diagnóstico a veces conduce a lo que los especialistas denominan como niños con “doble excepcionalidad”, término acuñado por el educador norteamericano James Gallagher. Como lo define la experta Raquel Pardo de Santayana, doctora por la Universidad Complutense de Madrid, “esta población se caracteriza por presentar una superdotación intelectual combinada con otro fenómeno que, en alguna medida, resulta contrario, incongruente o negativo para el desarrollo de ese potencial de aprendizaje”.
Un niño con altas capacidades, sin la excepcionalidad del TDAH, por ejemplo, potencia su avidez por el conocimiento y su curiosidad general. En otras palabras, tiene sed por los desafíos intelectuales.
Entender, asumir y enfrentar
No existe una cifra clara sobre la cantidad de niños y jóvenes con alta capacidad intelectual en Chile, pero según información aportada por María Paz Gómez, “los modelos más desarrollistas, que priorizan el desarrollo del potencial dentro de un contexto, hablan del 10%, e incluso 15%, de los estudiantes”. Esto llevado a la realidad nacional se traduciría en 355.000 alumnos, aproximadamente.
No es sencillo para los padres enfrentarse a esta situación. Irueste cuenta que se distinguen los grupos de familias según su reacción. “Están los que se asustan y no quieren que tenga algo diferente, y los que efectivamente van viendo desde pequeños que hay algo ahí que está funcionando diferente”, señala la sicóloga argentina.
Cuando a Daniel, hijo de María Soledad Saavedra, se le identificaron las altas capacidades, tenía solo cuatro años. Ximena, una amiga cuyo hijo ya había recibido dicho diagnóstico, le comentó que reconocía en Daniel rasgos muy similares a los que presentaba su hijo Alberto.
“Me preguntó si yo no lo había pensado… En realidad, sí lo había pensado, cuando él tenía un año, pero uno siempre cree que es porque lo ves con ojos de papá”, cuenta Saavedra.
Por sugerencia de su amiga Ximena, María Soledad Saavedra llevó a Daniel al Penta UC, donde luego de una serie de evaluaciones le informaron que efectivamente su hijo tenía altas capacidades.
“Yo en realidad estaba súper reacia a hacerlo, porque como papá te da un poco de temor que tu hijo sea tratado diferente”, recuerda. “Tú quieres que tu hijo sea normal, que lo traten normal, que crezca normal… no quieres dañarlo”, agrega.
“Si es muy inteligente, se las puede arreglar solo”
Los niños con “altas capacidades” son, aunque resulte obvio enfatizarlo, niños. Niños normales que requieren una adecuación curricular para satisfacer sus mayores necesidades, coinciden los especialistas.
Paula Irueste agrega que en muchas ocasiones las altas capacidades no se consideran como algo prioritario a la hora de crear políticas públicas o escolares. “Se suele pensar que si es muy inteligente, se las puede arreglar solo”, anota.
En el caso de los niños con altas capacidades, el aprendizaje racional se encuentra altamente ligado a lo sentimental. Satisfacer esa necesidad de conocimiento puede evitar frustraciones y aliviar las emociones. “Si un niño empezó a leer solo a los tres años, y llega a la primaria, ya leyó hace tres años, entonces lo más probable es que se aburra”, señala Irueste.
Aquello le ocurrió a Sofía, quien al entrar al colegio ya sabía leer en español e inglés, mientras que todos sus compañeros de curso llevaban una semana aprendiendo las vocales. Esperanza pasó por algo similar: su profesora se vio en la obligación de enseñarle que no tenía que levantar la mano y responder cada vez que ella hiciera una pregunta y que debía darles la oportunidad a sus demás compañeros.
Fuente: “Niños con altas capacidades intelectuales. Signos de alarma, perfil neuropsicológico y sus dificultades académicas”- www.elsevier.es
“A veces puede haber bullying, pero no en todos los casos”, señala María Paz Gómez. El origen suele relacionarse en primer lugar con la incomprensión “y una mirada un tanto sesgada del fenómeno”.
Las cosas, en el caso de Sofía, no fueron mejorando del todo con el tiempo. Cansada de ser catalogada como la “cerebrito”, la “Google” o la “Wikipedia”, alcanzó a cursar hasta séptimo básico en su colegio tradicional. Por diversos motivos, entre los que se encontraban reiterados episodios de bullying y violencia que incluso en un momento llegó ser a física, optó por comenzar a estudiar en casa a través de un sistema online.
Hasta el año pasado, según informó América Economía, en Chile había aproximadamente 1.200 niños que cursaban sus estudios escolares por internet a través de los llamados “colegios online”. Aunque puede aliviarlos en muchos sentidos, ese esquema también está cargado de dificultades y bastante soledad.
Además, existen ciertos impedimentos que se mantienen en relación con el sistema escolar tradicional. Por ejemplo, en muchos casos no es posible adelantar ciertos ramos o avanzar más rápido con el currículo de estudios. Según el Ministerio de Educación (Mineduc), ya están establecidas las edades en que se permite pasar al siguiente ciclo.
El Decreto n° 83
Otro motivo que desencadenó en Sofía la decisión de estudiar desde su casa fue que su colegio no le permitía desarrollarse de acuerdo con su necesidad intelectual. “En general existen voluntades individuales de profesores o sicopedagogos, más que una bajada de línea institucional”, cuenta su madre sobre dicha experiencia.
Y no es la única. Junto a otras 60 madres, cuyos hijos también tienen “altas capacidades”, conforman un grupo de WhatsApp en el cual intercambian consejos y experiencias. “Las adecuaciones curriculares dependen de la voluntad del educador”, es la frase que resume sus respuestas al ser consultadas por la madre de Sofía por sus propias experiencias.
Pero el Mineduc sí cuenta con una herramienta que considera las altas capacidades dentro del aula, y que puede ser aplicada desde la etapa de párvulo en adelante: el Decreto Nº 83 de 2015.
En la página 23 del decreto se puede leer lo siguiente:
“En un aula donde se implementan prácticas de enseñanza y aprendizaje diversificadas, tanto los estudiantes que requieren apoyos especializados, los que necesitan apoyos de menor intensidad, como también los que presentan altas capacidades, se verán beneficiados en mayor o menor grado, para acceder y progresar en los distintos tipos de aprendizajes del currículo nacional correspondiente a su curso” (énfasis agregado)
Según informó a PAUTA el jefe de la División de Educación General del Mineduc, Raimundo Larraín, este instrumento facultaría a las escuelas para que adecuen sus currículos elaborando un Plan de Apoyo Individual (PAI) específico para cada alumno que tenga necesidades especiales.
Debido a ese tipo de medidas los alumnos que tienen, por ejemplo, déficit atencional, pueden acceder a evaluaciones diferenciadas y adecuaciones en su currículo. Pero Larraín enfatiza que el déficit es solo uno de los usos de esas evaluaciones distintivas. “Las altas capacidades implican también necesidades especiales”, señala.
Pero no es tan simple. Aunque la herramienta existe y se encuentra disponible, queda en manos del colegio decidir si se genera o no el PAI. En caso de que el establecimiento se niegue a realizar esta adecuación, los padres del menor podrían elevar sus dudas a la Superintendencia de Educación.
Algunos colegios están empezando a considerar la presencia de estos estudiantes en sus aulas. Son pasos aún limitados, según se infiere de la trayectoria de la sicóloga Carolina Vásquez tras su experiencia en Penta UC capacitando a distintos profesores y equipos en colegios de la capital.
Vásquez cuenta que en uno de esos establecimentos le señalaron que el Decreto N° 83 era percibido más como una sugerencia por parte del Mineduc. Su correcta aplicación, pensaban en ese colegio, más bien podría darles una diferenciación frente a otros establecimientos, analiza Vásquez.
La profesional agrega que hubo un acercamiento desde Penta UC a algunos municipios para desarrollar planes en beneficio de los estudiantes de los establecimientos de esas comunas, pero no tuvieron acogida.
Hasta allí, el decreto parece una guía con aplicación voluntaria. “Los papás tienen el derecho a exigir que se aplique el Decreto N° 83”, dice sin embargo Raimundo Larraín. “Tienen derecho a exigir que la escuela elabore un plan de enriquecimiento curricular”, agrega.
Pero PAUTA pudo averiguar que en el Mineduc no existe claridad de si la superintendencia cuenta con las facultades para hacer cumplir esta normativa, o si finalmente cada establecimiento tiene libre elección sobre la aplicación del decreto y la creación del PAI.
Desde la Superintendencia de Educación, de hecho, el énfasis sobre una obligatoriedad de la aplicación del decreto es relativo. Se habla, más bien, de “mediación”. El superintendente (s) de Educación, Cristián O’Ryan, dice a PAUTA que la idea de la mediación sería buscar poner en el centro las necesidades del estudiante para que cada uno de los niños y niñas, incluidos aquellos con altas capacidades, encuentren un espacio de desarrollo integral.
“Nos gustaría que otras personas sepan que esto es un desafío para los padres”, reflexiona Macarena Núñez, madre de Gabriel (5) y a quien le espera un largo camino escolar. “Sabemos que está pasando algo, pero muchos creen que estamos ‘locos’… A veces preferimos no mencionarlo, nos da pudor, pero no puede ser: esto debería darse a conocer”.