El paso a paso de los fieles con la reapertura progresiva de las iglesias
El aumento del aforo en los centros religiosos los obligó a crear listas de espera. PAUTA conversó con creyentes que dejaron las reuniones virtuales y volvieron a las misas en vivo.
“Recuerdo que me arrodillé y lloré a mares. No iba a misa desde hace meses. Me sentí en la misa de las catacumbas. Uno se siente en algo que está cada día más prohibido. Los no creyentes no saben lo que no es poder ir a misa todos los domingos”, cuenta Anita Vela (54) recordando cuando pudo asistir a una misa en la Parroquia Nuestra Señora de Los Ángeles en El Golf luego de meses de espera.
Eran tres mujeres y dos hombres los que se congregaron esa mañana de agosto en un silencio sepulcral. Un silencio que rompió con sus llantos.
Porque un centro religioso simboliza un espacio de reunión importante para los feligreses. Es un punto de contacto con la espiritualidad, donde además las personas se entregan apoyo.
Un espacio sagrado
Andrea Hudson (53) asistía a la misma parroquia que Anita Vela en El Golf. Volvió a la misa presencial hace tres semanas, cuando escuchó acerca de su reapertura, gracias a que la comuna de Las Condes pasó a la fase tres de desconfinamiento. A través de un grupo de WhatsApp de los asistentes de este centro religioso le informaron que solo podía ser a las 7:30 de la mañana.
“Soy bastante mala para madrugar, pero me anoté feliz”, dice. Desde marzo que no tenía la experiencia presencial “así que para mí fue un regalo del cielo muy lindo. Después me anoté para ir a otra iglesia en El Bosque y me dieron dos semanas de espera. Y la semana pasada fui a una misa al aire libre al colegio Saint George. Así que estoy tratando de ir por lo menos una vez a la semana“, cuenta.
Si bien algunos lograron adaptarse a la virtualidad, otros corrieron para inscribirse en las listas de parroquias. Porque finalmente la experiencia no es la misma, ya que como menciona Hudson, cuando se está en la casa “no se logra vivir la fe con otros”. Es una señal que se expresa con la reapertura de templos en distintas partes del mundo.
La nueva capacidad
El 16 de marzo de 2020, el Arzobispado de Santiago anunció que para contribuir a la protección de la salud pública solo podrían ingresar cinco personas a las misas. En ese sentido, se solicitó que las familias siguieran las convocatorias a través de su página web.
De esta forma, la nueva capacidad depende de la zona donde esté ubicada la parroquia. Pero en el contexto internacional, algunos miran con preocupación a los templos religiosos como foco de contagio del virus.
En el caso de Anita Vásquez (53), quien vive en Pirque, su centro de devoción nunca cerró. Pero en marzo, el número de fieles que podía ingresar a la Parroquia Sacramento de Pirque disminuyó a diez personas. Desde septiembre que la capacidad aumentó a 25 con las precauciones sanitarias de distanciamiento.
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La necesidad de ir a rezar
Vásquez ha continuado sus visitas.
No obstante, no todos han enfrentado la misma suerte. Joaquín Granados (22) volvió a misa, a la Parroquia Sagrado Corazón, el miércoles 12 de agosto. Fue una experiencia que no tenía desde mayo, durante un breve levantamiento del confinamiento.
Después de esta visita en agosto, pudo asistir dos veces más. En estas oportunidades participaron cinco personas siguiendo las precauciones otorgadas por el Ministerio de Salud.
En la actualidad las misas funcionan con inscripciones rotativas para que todos tengan la oportunidad de participar. Este es el caso de la Parroquia Santa María de Las Condes, que forma parte de las 214 parroquias ubicadas en la Región Metropolitana. Para que todos puedan asistir, se solicita que las inscripciones sean cada dos semanas.
Granados cuenta que volver a la misa presencial le entregó una gran felicidad. “La Eucaristía es el centro de la vida sacramental y la vida general de la Iglesia, por lo que poder volver a comulgar es un gran gozo para el alma”.
Considera que la experiencia de compartir una misa con este número reducido fue “distinto y no necesariamente desagradable. Ya nadie se da la paz, ni siquiera a modo de saludo con la cabeza. Eso es una pérdida”. En ese sentido, siente que “la distancia entre personas, en una iglesia tan grande, también provoca un sentimiento de soledad. Casi se siente como que uno está sólo ante el sacerdote que celebra una misa personalizada”.
Pese a que algunas parroquias permiten un aforo de 25 personas, algunos cuestionan que lugares como los supermercados y restaurantes permitan el ingreso de una gran cantidad de clientes. “Creo que hay iglesias muy grandes donde perfectamente podría entrar más gente, manteniendo la distancia. Esto ha sido un dolor muy grande para muchos que vivimos la fe”, dice Hudson.
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Como indica Granados “la misa es el fundamento de la comunión de los cristianos. Volver a tener misas presenciales es un aporte inmenso a la comunidad que es la Iglesia, tanto en el sentido espiritual como físico”, agrega.
Sin embargo, Anita Vela ha tenido experiencias muy positivas con las misas por Zoom. En busca de alimento espiritual, llegó a un sacerdote venezolano “joven y alegre”, cuenta. “Es una salita chiquitita, con una luz y una mesa. Y los sábados, su sobrina de 11 años lee extractos de la Biblia”. Además, disfruta de los cantos en latín del canal religioso estadounidense EWTN.
Hace dos meses la invitaron a una misa virtual con 600 personas de todo el mundo. Se hace en francés, inglés, portugués. Y algunas veces hay rezos en croata y en latín. “Es como sentir un momento en el que todos están unidos rezando por una causa. Entonces en el chat se ponen rezos, para pedir por familiares o personas enfermas”, cuenta.
Una reflexión del vínculo cristiano
El compartir una experiencia religiosa ha hecho que muchos cuenten los dolores más profundos de sus vidas.
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Anita Vela afirma que, en ese caso, esta reunión virtual que congrega a familias de todo el mundo “es una iglesia silenciosa, pero potente. Hay testimonios de gente que se ha convertido a lo largo del mundo y son historias impactantes”, afirma. Desde pérdidas familiares hasta llamados vocacionales que rompen con los caminos ligadas al éxito.
Felipe Peralta (26) pudo volver a una misa en la capilla del Arzobispado de Villarrica la primera semana de agosto, dado que las parroquias permanecen cerradas, al igual que las iglesias. Tras múltiples reuniones por Zoom, dice que “estar ahí con Dios y poder rezar frente al Santísimo es mucho más fuerte. No quiere decir que haya sido malo antes. Uno en la pantalla puede lograr esa profundidad, pero sigue siendo una pantalla”, dice.
En ese sentido, Granados rescata la experiencia virtual de la pandemia para no dar por sentado ir a poder a rezar a una capilla o una iglesia. Fue una oportunidad de meditar lo que significa poder reunirse en torno a la fe.
“Situaciones como las vividas hacen valorar el privilegio religioso que uno vive, respecto de lugares donde la iglesia es perseguida. De hecho, espero que este encierro encienda los sentimientos de fraternidad y carisma cristianos. Que se traduzca en una mayor preocupación, que se pueda visibilizar en ayuda concreta, en relación con los cristianos perseguidos en el mundo”, expresa.