“Más perdido que el teniente Bello”: el origen del popular dicho
Nuestro Perro de Caza fue a investigar por qué los chilenos lo decimos y quién fue este hombre, uno de los pioneros de la aviación en el país.
Ampliamente conocido es el dicho “más perdido que el teniente Bello”. Sin embargo, poco se sabe de la triste historia que envuelve esta frase típica chilena y algunos ni siquiera sospechan a quién alude.
Debido a que este sábado 21 de agosto se conmemora el día en que por primera vez voló un avión en Chile y el aniversario de la Dirección Nacional de Aeronáutica Civil, nuestro Perro de Caza, de WatchDog PAUTA, se propuso contarnos un poco más acerca de este gran misterio.
¿Quién fue el teniente Bello?
Muchos hemos recibido -por despistados- el apodo de “teniente Bello” cuando se nos olvida una dirección o nuestra respuesta es diametralmente opuesta a lo que se nos está preguntando. Sin embargo, no todos saben que este dicho popular tiene su origen en una historia real, que en ocasiones ha estado rodeada por varios mitos; uno de estos se refiere a la ciudad natal del teniente.
Pese a que se ha afirmado que fue en Ancud, Alejandro Bello Silva nació en Santiago el 27 de abril de 1889. De acuerdo con la investigación realizada por Norberto Traub, presidente del Instituto de Investigaciones Histórico Aeronáuticas de Chile, “el domicilio registrado en su partida de nacimiento, nos revela la dirección de Avenida Campo de Marte N°38”.
Sin embargo, se le asocia a Chiloé, porque fue en ese lugar donde pasó parte de su infancia debido a que su padre era director del Liceo de Ancud. Con el pasar del tiempo, la familia de Bello Silva regresó a Santiago, donde el teniente estudió en el Seminario Mayor de la ciudad. A los 20 años, en mayo de 1909, entró a la Escuela Militar.
Se considera a Bello uno de los pioneros de la aviación. Además de ingresar a la recién creada Escuela de Aeronáutica Militar, con una de las más altas calificaciones en el examen, fue comisionado para trasladarse a Francia, junto con otros oficiales y suboficiales, para hacer los cursos de piloto aviador en 1914.
El Día D
La madrugada del 9 de marzo de 1914, el joven Alejandro Bello se reunió con los tenientes Ponce y Torres y los sargentos Menadier y Verscheure en el Aeródromo de Lo Espejo. Rendirían el examen que les permitiría obtener el título de piloto militar del Ejército.
La prueba, a cargo del capitán Manuel Ávalos, consistía en un periplo de 48 horas en el circuito triangular entre Lo Espejo, Culitrín (cercanías de Paine) y Cartagena. El trayecto se consideraba de dificultad menor y contaba con numerosos lugares de fácil acceso en caso de aterrizaje forzoso. Sin embargo, ese fue el último día que se vio al teniente Bello.
Se podría decir que todo partió mal. Durante el primer intento de vuelo, a eso de las 5 de la mañana, tuvieron que regresar porque la neblina dificultaba la visibilidad al pasar los cerros al sur del río Maipo. En ese aterrizaje, Bello dañó su nave, por lo que en el segundo intento despegó en un Sánchez-Besa N°13 bautizado “Manuel Rodríguez”. Curiosamente, ese había sido el nombre del Blériot, avión ocupado por Francisco Mery, primer mártir de la aviación.
Superados estos inconvenientes, los tenientes Bello y Ponce lograron llegar sin novedad a Culitrín, donde esperaron a que mejoraran las condiciones meteorológicas. Tras revisar las aeronaves, cerca de las 16.30 horas despegaron. Sus compañeros debieron realizar aterrizajes de emergencia, pero el teniente Bello enrumbó hacia Cartagena y se perdió para siempre entre la bruma. El último en verlo fue el teniente Ponce.
“Se perdió por completo el contacto con el avión de Bello, más o menos como a las seis de la tarde, y de ahí nunca más lo volvieron a encontrar. Quién sabe dónde está el avión, porque justo iba pasando por una zona de quebradas en la Cordillera de la Costa y la geografía de ahí es bastante accidentada. Más encima, con la tecnología de 1914 era medio difícil dar con el paradero del avión”, explica Cristóbal García-Huidobro, historiador, académico de la Facultad de Derecho en la Universidad de Santiago y panelista de Reunión de Pauta, de Radio PAUTA.
Al día siguiente, la Escuela de Aeronáutica y Carabineros de Chile comenzaron con las labores de búsqueda en Melipilla, Llolleo, San Antonio y Cartagena. Los habitantes de la zona también se unieron en la tarea que se extendió infructuosamente durante 10 días, poniendo en riesgo la vida de varios pilotos sobre aquellas montañas.
El 29 de marzo de 1914 se homenajeó al teniente Alejandro Bello Silva en una ceremonia fúnebre en el patio de la Escuela Militar.
¿Qué pudo haber pasado con Bello?
Norberto Traub, del Instituto de Investigaciones Histórico Aeronáutica, menciona que para entender la historia detrás de lo ocurrido con el teniente, es importante contextualizar lo que pasaba en la aviación pionera en Chile. Entre estas variables, se encuentran por ejemplo, los conocimientos que existían de aeronáutica, las condiciones climáticas de los vientos y corrientes, las capacidades de vuelo o que las órdenes eran entregadas no por pilotos, sino que por oficiales militares de tierra.
A esto hay que agregar lo que se denomina en aviación como “desorientación espacial”, que se produce cuando no hay referencias ni instrumentos que permitan determinar el lugar en el que se está.
“En el algún minuto el teniente Bello perdió contacto con la tierra, perdió referencia por las nubes y los cerros que también le podrían haber marcado el rumbo. Al no tener visión sobre lo que pasaba abajo, no sabía si estaba volando sobre tierra o agua y dada la autonomía limitada del avión, eso le causó la muerte. Simplemente pensó que iba tierra adentro y salió al mar o siguió de largo en el punto que tenía que bajar. Lo que me permite conjeturar que cayó al mar, porque nunca fueron encontrados sus restos”, explica.
Tras la desaparición del teniente Bello, hubo algunas modificaciones que se realizaron en la aviación de la época, tales como nuevos estudios sobre las horas y sectores más idóneos para hacer las pruebas.
¿Fue el teniente Bello el primer aviador chileno que desapareció?
No. De acuerdo con lo que menciona Traub, el primer aviador que se pierde en el mundo y que nunca más fue encontrado es de origen chileno: Cecil Grace. Aunque en muchas partes figura como británico, su certificado de bautismo es de Valparaíso.
El piloto, hijo de padres británicos, se perdió en 1911 cruzando el Canal de la Mancha. Años después dicen que encontraron en Bélgica unos anteojos, que presumiblemente podrían ser de él, pero nunca se comprobó.
Sin embargo, en la historia de la aviación nacional, no hay otro nombre emblemático, como el del teniente Bello, que haya desaparecido en territorio chileno.
Hace más de un siglo, el 21 de agosto de 1910, se realizó el primer vuelo de avión en Chile. La nave utilizada fue una frágil Voisin con un motor de 50 caballos de fuerza que había sido encargada a Francia por David Echeverría, un corredor de autos que se había entusiasmado con las actividades aéreas. La denominada “gran ave” llegó a Santiago al taller mecánico de los hermanos Copetta.
César Copetta, un hombre francés que vivía en el país, fue el encargado de obtener la licencia para poder volar la nave por primera vez. El despegue se realizó en el terreno que ahora corresponde al Parque Ramón Cruz en Ñuñoa. Inmediatamente tras aquel logro, el emocionado Copetta invitó a Echeverría a acompañarlo en un segundo intento, consolidándose ese como el primer vuelo con pasajero en el país.
Desde 1997, el aniversario de la Dirección General de Aeronáutica Civil (DGAC) se conmemora en esta fecha, a pesar de que fue fundada 20 años después del primer despegue. “Este vuelo es muy importante para nuestra DGAC por haber sido el primer vuelo preparado por civiles, tanto en la operación del vuelo como la aeronave. Sin duda, motivó el desarrollo de la aviación civil y militar en el país y comenzó el interés por la actividad aérea”, explican desde la institución.
Pero hay más dichos en la aviación chilena…
Decir “más perdido que el Teniente Bello” no es la única frase que se origina en la historia de la aeronáutica del país. Según Traub, aproximadamente hasta la década del 50, al comprar un boleto de ferrocarril, se acostumbraba a decir “dame un Godoy” o “un Cortínez”.
Esto responde a dos hechos que fueron muy importantes en la historia aeronáutica del país: los cruces de la cordillera por su parte más alta. El primer chileno en lograr esa hazaña fue el teniente Dagoberto Godoy Fuentealba, en 1918.
Posteriormente, el teniente Armando Cortínez Mujica, en 1919, se convirtió en el primer piloto que cruzó la Cordillera de los Andes de ida y vuelta.
Esto explica que después se emplearan los apellidos de los aviadores para comprar boletos para ir y volver a un determinado destino.
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La sección Perro de Caza aborda mitos generalizados que se comentan de boca en boca.