¿Es cierto que el agua se destina principalmente al consumo humano?
El consumo per cápita en Chile supera al de los europeos. Cambiar hábitos es clave y esto no aplica solo a los jardines: teñir un jeans de azul índigo requiere 11.500 litros por pantalón.
¿Es cierto que el agua se destina principalmente al consumo humano?
En el actual contexto de sequía en el que se encuentra Chile hace más de diez años, el abastecimiento para el consumo humano es uno de los principales focos de preocupación. Por eso, esta vez nuestro Perro de caza, de Watchdog PAUTA, investigó sobre los sectores que más consumen agua y las medidas que se pueden tomar para proteger el recurso hídrico.
¿En qué áreas se distribuye el consumo de agua?
De acuerdo al primer informe de la Mesa Nacional del Agua, el consumo de agua en Chile se ha incrementado en los últimos años, con extracciones que ascienden a 4.900 m3/s, equivalentes a 166 mil millones de m3/año. Se proyecta que esta demanda siga creciendo.
El sector agrícola es el mayor usuario de agua consuntiva, con un 72%, lo que también responde a la tendencia internacional. Según datos del Banco Mundial, en promedio el 70% del agua se ocupa en esta área productiva. Además, las actividades agrícolas representan una proporción mayor por la evapotranspiración de los cultivos.
“En todos los países del mundo la agricultura es el principal consumidor del agua, por lo tanto, no es una característica nuestra. Los porcentajes difieren, pero es común que este sea el sector que más consume: hay que recordar que son seres vivos que requieren una cierta dotación de agua”, afirma Guillermo Donoso, profesor de la Facultad de Agronomía y miembro del Centro de Derecho y Gestión de Aguas de la UC.
Gestionar de mejor manera el recurso mediante tecnologías de riego que permitan el uso eficiente, especialmente en los cultivos, es uno de los desafíos de este sector. Un estudio próximo a publicarse de Pilar Barría, profesora de la Facultad de Ciencias Forestales y de la Conservación de la Naturaleza de la Universidad de Chile, junto a otros dos investigadores, descubrió que algunos tipos de uvas sólo necesitaban 90% de agua, pero estaban siendo regadas al 120%, lo que entre otras cosas impactó negativamente en la producción.
“Se riega de acuerdo a lo que los agricultores piensan, porque no se ha implementado realmente tecnología que te diga cuánto necesitas para maximizar tu producción y con eso, podríamos ahorrar mucha agua”, señala.
El resto del agua en Chile se destina al uso potable (12%), consumo industrial (7%) y uso minero (4%). La generación eléctrica consume 4,5% y el resto queda para el sector pecuario.
Consumo humano
En el contexto de cambio climático y sequía que está afectando al país desde hace más de diez años, se apunta a asegurar que el agua se destine principalmente a satisfacer la demanda de las personas. Aunque esto ya se encuentra en el Código de Aguas y forma parte de las atribuciones de la Dirección General de Aguas (DGA), los expertos sostienen que aún se pueden hacer cambios en esta materia, para que se establezca de forma “explícita en la asignación inicial de derechos”, menciona Donoso.
Para Álex Godoy, director del Centro de Investigación en Sustentabilidad (CiSGER) de la Universidad del Desarrollo, “el tema está en a qué le llamamos priorización del agua y eso tiene que definirse”. Explica que es importante establecer una delimitación de lo que es la priorización, qué ámbitos incluyen el consumo humano, tanto en la dimensión rural como la urbana, y a cuánto corresponde. Esto debido a que actualmente solo hay una recomendación de parte de la OMS, pero no una política que establezca una cantidad específica.
“El consumo per cápita en Chile está en torno a los 170 litros por persona al día, lo que se encuentra muy por sobre lo que consumen los países europeos”, señala Claudia Santibáñez, directora de la Escuela de Sustentabilidad y Medio ambiente de la Universidad Mayor.
Conservar y minimizar pérdidas
Godoy explica que para reducir la vulnerabilidad hídrica hay tres ejes de acción principales. El primero es la conservación del recurso, lo que incluye estrategias enfocadas en la naturaleza. “Las herramientas de conservación apuntan a preservar el recurso con todas las estrategias industriales y basadas en la naturaleza que permitan hacer que exista una mayor disponibilidad”, explica.
El segundo gran eje es la eficiencia hídrica, lo que quiere decir que es necesario primero reducir las pérdidas del recurso y conservarlo, como también lograr que el consumo hídrico sea inferior por unidad de producción. En esta categoría se consideran aquellas acciones personales y domésticas que se pueden realizar para disminuir el consumo.
“Muy pocas personas tienen aireadores en las llaves, dispositivos simples que se pueden instalar y que ayudan a reducir la cantidad de agua que sale por minuto de la llave. Esto puede optimizar bastante la cantidad de agua que perdemos”, menciona Santibáñez. Agrega que se podrían aprovechar las aguas grises, para que aquellas que son procesadas en la lavadora o lavaplatos puedan utilizarse para regar jardines.
Donoso recomienda que el riego se realice cuando menos hay posibilidad de evaporación directa del agua; es decir, al finalizar el día o bien en la madrugada, además de mantener el suelo húmedo, pero no saturado de agua.
“Las medidas que se puedan tomar en casa son efectivas, especialmente en regiones como la RM que concentra el consumo de agua potable. Por tanto, cualquier cambio que hagamos en cuanto a reducir nuestro uso de agua, ayuda bastante”, enfatiza Barría.
Un tercer eje para disminuir la vulnerabilidad del recurso es desarrollar nuevas fuentes, tales como la desalación o innovaciones como la cosecha de agua a partir de la humedad del aire. Aunque los expertos señalan que estas son buenas alternativas, es necesario evaluarlas dentro del contexto ambiental y regional. “Lo que hay que aplicar es el concepto de ‘acupuntura hídrica’; es decir, que las soluciones tienen que ser las mejores para aquellas particularidades del territorio”, dice Godoy.
Cambio de hábitos y el impacto de la moda
Junto con estas propuestas, los expertos señalan que la concientización del consumidor es fundamental y el desafío está en modificar ciertos hábitos, como los de compra. Asvierten que la industria de la moda es la segunda más contaminante a nivel mundial y una de las que destaca por la alta huella hídrica en la fabricación de prendas, especialmente el denim o mezclilla.
“En promedio una persona tiene entre 7 a 8 jeans y solo para la producción de uno se necesitan 2.000 galones de agua. Entonces el consumo responsable es fundamental” dice Natalia Yañez, directora Diseño de Moda y Gestión de la Facultad de Diseño de la Universidad del Desarrollo.
Agrega que las implicancias negativas también se encuentran en otros procesos de producción (como el de teñido); en las particularidades de ciertos materiales (como el cuero, donde las aguas grises usadas para procesarlo terminan en el mar) y los impactos que genera el posterior lavado de las prendas de vestir después de adquiridas.
“La ropa elaborada con poliéster, acrílico e incluso de algodón mezclado con poliéster, que son en su mayoría tejidos sintéticos, cada vez que se lavan desprenden una microfibra de plástico que queda en el agua residual y que posteriormente no es tratadas”, precisa Yáñez.
Informarse sobre los materiales para preferir productos más sustentables en su elaboración es clave. Por ello ya se han implementado innovaciones como el denim sostenible, innovaciones en el cuero, en incorporar tecnologías como el corte láser y el desarrollo de un software que permiten la previsualización del acabado. Esto último es fundamental en casos en los que se tienen que hacer pruebas para alcanzar una tonalidad; por ejemplo, el azul índigo en los jeans, que consume 11.500 litros de agua por pantalón.
WatchDog PAUTA es un proyecto de fact-checking conjunto entre la Facultad de Comunicación de la Universidad de los Andes y PAUTA. Busca tomar temas en la agenda y rastrear su veracidad desde una perspectiva positiva, no inquisitoria.
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