Silovik: quiénes son los securócratas rusos
Privilegian la seguridad por sobre la legalidad, contrariando a los tecnócratas y harán lo que sea para resguardar al país.
Los grupos de poder rusos podrían tener choques internos, pues poco a poco va surgiendo una arista política que vislumbra un futuro para el país de corte menos aislacionista.
La premisa base de los llamados ‘securócratas’, también conocidos como los ‘silovik’. Dado que el régimen de Vladimir Putin considera que su país -o él mismo- está bajo constante amenaza, este grupo de personas tiene como misión controlar cualquier actividad que pueda poner en peligro al Kremlin. Su poder se incrementó considerablemente tras la anexión de Crimea en 2014, y hoy con Nikolai Patrushev como jefe de seguridad del país, casi toda acción está justificada, pues a su juicio Rusia se encuentra en una lucha civilizatoria contra Occidente.
Desde protestas callejeras hasta reportajes de investigación que no favorezcan la imagen oficial del país son intervenidos a partir de esta corriente de influencia. Quizás su forma de reaccionar se puede anclar a una característica generacional, pues se trata de un grupo que desarrolló los primeros años de su carrera en el aparato jurídico y de seguridad, cuando la Unión Soviética se posicionaba como un imperio poderoso.
Sin embargo, el grupo de securócratas (o ‘segurócratas’) comenzó a chocar con los tecnócratas, quienes están comprometidos con la visión de un Estado centralizado y cuentan con una visión más ambiciosa y flexible en la gestión estatal. Pese a que este grupo de tecnócratas no busca desafiar directamente al oficialismo, debido a su apertura tiene la posibilidad de adaptarse a una forma de gobernar menos autoritaria, y no intenta desafiar el statu quo desde un punto de vista ideológico.
Las distintas corrientes ideológicas
La gran diferencia entre ambos bandos de alto poder consiste en que la prioridad de los ‘securócratas’ es la seguridad, mientras que los tecnócratas valoran sobre todo la legalidad institucional, es decir, prima el interés por cumplir sus roles como funcionarios. Por ejemplo, el ministro del Interior, Vladimir Kolokoltsev, forma parte de esta segunda rama. Él inició su labor pública como policía en 1982.
De este modo, pese a que de vez en cuando realiza duras críticas a Occidente, su verdadera aspiración es mantener limpio y a flote el sistema policial, y un vínculo con la sociedad. Sin embargo, su figura apolítica lo llevó a cometer un grave error en 2019, ante las protestas de oposición en Moscú, pues las voces desde arriba ordenaron reprimir violentamente tales manifestaciones. Tales acciones claramente afectaron la imagen policial que Kolokoltsev intentaba proteger. Por ende, llamó la atención cuando en 2020 llegó otro tecnócrata cuando el general de Justicia Igor Krasnov asumió como nuevo fiscal general.
En contraposición, dos hombres en altos cargos se posicionan en el bando silovik y ambos requieren crear sensaciones de grandes amenazas internas para justificar sus altos presupuestos y tener el apoyo del presidente de Rusia, Vladimir Putin, antes de tomar cualquier decisión. En primer lugar, se trata del actual director de la Guardia Nacional Viktor Zolotov, oficial del Comité para la Seguridad del Estado (KGB) y exjefe del equipo de protección personal del mandatario. En ocasiones ha tomado posturas sanguinarias, privilegiando la seguridad por sobre la legalidad, como cuando retó al activista anticorrupción Alexei Navalny -hoy encarcelado- a un duelo.
Una segunda figura que se destaca en este bando consiste en el jefe del Comité de Investigación de la Federación Rusa (SKRF) Alexander Bastrykin. Consiguió que el exmandatario Dimitri Medvedev estableciera al Comité de Investigación como una agencia independiente, liberándose de muchos lazos políticos que lo amarrarían a la vía legal.
¿Cuál es la visión de Putin en esta materia?
El mandatario ruso se demostró abierto a la posibilidad de unir tales organismos de seguridad y legales, con tal de usar ambos caminos para controlar a la élite. Pese a que el ascenso el 2020 del coronel general Viktor Strigunov a primer comandante adjunto de la Guardia Nacional puede leerse como un éxito de los tecnócratas, el equipo de los ‘securócratas’ continúa liderando en los altos mandos políticos, pues se puede decir que el mismo presidente se siente más identificado con este bando tras la decisión de enviar las tropas rusas a Ucrania, que está generando pánico entre los habitantes.
En este contexto, como escribió en una columna el doctor y director ejecutivo del instituto independiente de relaciones internacionales Chatam House Robin Niblett la amenaza es real. Expresó que “si Putin decidió socavar la soberanía ucraniana más explícitamente, él puede ordenar una profundización de esta intervención militar en estos territorios ocupados, y quizás áreas adyacentes o cerca de Crimea, bajo el pretexto de ‘proteger’ las comunidades rusas en la zona”, expresó.
Además, comentó que “esto sería relativamente fácil de lograr, y combinado con un bloqueo a los puertos del Mar Negro de Ucrania, podría exitosamente desestabilizar el gobierno en Kiev. Pero estos pasos gatillarían sanciones económicas internacionales y acercaría aún más a Ucrania al Oeste”.
Quizás los tecnócratas pudieron interferir en la decisión final sobre la invasión a Ucrania, porque cumplieron un rol fundamental al digitalizar y modernizar el sistema financiero, y al renovar las ciudades. Fue este segmento el que independientemente de las sanciones que recibió Rusia el 2014 por la anexión a Crimea logró reducir la deuda estatal a solo un 20% del PIB, disminuyó la inflación y acumuló 620 millones de dólares para fortalecer la economía. La pregunta está sobre la mesa ¿Cuándo será su hora de opinar y cómo lograrán hacerlo cuando crece el poder de los silovik?