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Tres miradas a Benedicto XVI: El pensador, el teólogo, el Papa

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Agencia Uno
POR Manuel Izquierdo |

Tres académicos analizan el legado intelectual, teológico y de liderazgo del pontífice emérito, fallecido el 31 de diciembre a los 95 años.

El pasado jueves 5 de enero se realizaron en el Vaticano los funerales del Papa emérito Benedicto XVI, quien murió a los 95 años, el 31 de diciembre. El religioso, nacido en Alemania, destacó por su abundante obra teológica y filosófica, que le permitió enseñar en las universidades más prestigiosas de Europa.

En 2005, luego de 24 años como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe, organismo romano encargado de salvaguardar aspectos doctrinales, fue elegido sumo pontífice. Ejerció el cargo por casi ocho años, hasta que en febrero de 2013, aquejado por problemas de salud, anunció su dimisión.

En PAUTA tres académicos analizan y comentan el legado intelectual, teológico y de liderazgo de Joseph Ratzinger.

Benedicto XVI, el pensador

En conversación con Cristián Warnken, en Desde el Jardín, el doctor en Filosofía y rector de la Universidad Diego Portales, Carlos Peña, sostuvo que “Ratzinger me parece un intelectual simplemente notable por la extraordinaria capacidad que tiene de explicar cuestiones extremadamente complejas y abstractas con una claridad y sencillez que sólo pueden alcanzar aquellos que comprenden muy bien aquello de lo que están hablando”.

“Es un gran escritor. Desde cuestiones complejas, como la eclesiología, la fe, la verdad, el origen histórico del cristianismo, todos los temas de los que se ocupa, en una obra amplísima. Es un autor de más de 40 libros. En todos ellos, uno puede apreciar a un intelectual, un teólogo, que explica cuestiones que suelen ser muy enrevesadas con una gran claridad”, añadió.

A juicio de Peña, Benedicto XVI “es muy atractivo y muy digno de admiración por la capacidad que tiene de identificar los grandes problemas que rodean, acechan y configuran hoy en día la situación del cristianismo en el mundo moderno”.

“Cuando uno lee su obra, lo que observa es un teólogo que reflexiona con particular lucidez, sin temor a explorar los problemas hasta los límites, la situación del cristianismo y el catolicismo en el mundo moderno. Lo hace de una manera realmente notable”, aseguró. 

Para el rector de la Universidad Diego Portales, Ratzinger “se asoma al cristianismo con la conciencia bien notable y lúcida de que el cristianismo es una religión ilustrada, una religión que aspira a dialogar permanentemente con la razón”.

“Benedicto XVI subraya muy fuertemente que el cristianismo no huye de la razón ni riñe con ella. Se acerca a ella y aspira a ser racional. Por eso, él se involucra en los grandes debates de su tiempo”, comentó.

Escuche la entrevista completa a Carlos Peña en Desde el Jardín:

Benedicto XVI, el teólogo

Entrevistado en Desde el Jardín, el sacerdote, poeta, académico y crítico literario, José Miguel Ibáñez, afirmó que Ratzinger “nace en el seno de la teología alemana. Pero eso es muy poco decir, porque fue un hombre de una cultura amplísima, tanto teológica, como filosófica, como artística. No hay que olvidarse de que su distracción era Mozart… oírlo y tocarlo al piano”.

Ibáñez recordó que conoció Benedicto XVI cuando era prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe en 1985. Lo describió como “un hombre humilde, agradable de trato, simpático, incluso con un hombre de buen humor. Una de las primeras veces que estuve con él hasta me hizo una broma”.

Según el sacerdote, Ratzinger “nunca ejerció de alemán. Tenía el mayor cuidado de tomar distancia hasta de su propio país […]. En las comisiones [en que participaba] nunca dijo una palabra en alemán”. 

“Intervenía extremadamente poco en los debates teológicos, porque era característico de él hablar lo justo y necesario, lo menos posible”, señaló.

José Miguel Ibáñez aseguró que, probablemente, Ratzinger “es el teólogo del siglo XX… ¿Con quién podríamos compararlo? En el siglo XX hubo tres grandes teólogos: Henri de Lubac, Hans Urs von Balthasar y Joseph Ratzinger”.

“Pero yo me quedo con Ratzinger, porque es mucho más amplio de intereses que De Lubac, que iba mucho más hacia temas específicos. Y, en relación a Von Balthasar… Von Balthasar es poco claro, es un poco enredoso, habla en difícil, comparado con la claridad con que Joseph Ratzinger se expresa incluso de los más altos misterios de la fe cristiana. Qué claridad la suya… claro, sencillo, directo”, argumentó.

El académico planteó que “su agudeza es muy grande, y muy meritoria. Incluso como estilo literario”.

Ibáñez destacó la capacidad de Benedicto XVI de dialogar tanto con teólogos, filósofos y académicos contemporáneos.

“Benedicto XVI pensó la modernidad. Él no es un teólogo de torre de marfil o encerrado en la teología, siquiera. Él pensó la modernidad […]. Podía conversar con ella y con quien fuera dentro de ella, sobre la existencia de Dios, sobre el curso de la política, o sobre la historia del pensamiento, o el momento actual del pensamiento filosófico y teológico. En ese sentido, tiene el poder de interpelar a gente que piensa y que lee”, remarcó.

Escuche la entrevista completa a José Miguel Ibáñez en Desde el Jardín:

Benedicto XVI, el Papa

En conversación con PAUTA, el secretario académico de la Facultad de Teología de la Universidad Católica, Cristián Borgoño, afirmó que en su rol como pontífice, “la renuncia da cuenta de que, en cierto modo, fue superado por las circunstancias”.

“Y en ese ser superado por las circunstancias se inscribe cómo no estuvo atento, para los estándares de ahora, a las causas estructurales del abuso, más que los casos en su singularidad, y cómo, con una lectura quizás demasiado moralizante del problema, y poco preocupada de la gobernanza, en el sentido de poco atento a cómo se manejaron los abusos”, sostuvo.

Borgoño apuntó que “había y hay problemas en la administración de justicia de la Iglesia que él no atacó suficientemente, y esa fue una tarea más de Francisco. Uno podría discutir si eso no lo vio, o había que hacer lo otro primero. Obviamente, fue más allá de Juan Pablo II. Yo no creo que Francisco, más allá de aplicar algunas cosas que Benedicto preparó signifique un cambio radical en relación a lo que hizo Benedicto. Y nos damos cuenta con estos golpes de efecto, como la visita de Scicluna a Chile, con la que después no pasó nada”.

“El hecho de la renuncia marca su pontificado. La renuncia claramente tiene que ver con un tema de gobierno. Él se fue porque el gobierno lo superó, o no podía hacer lo que él quería”, planteó.

El académico destacó el rol que asumió como Papa emérito, “mas allá si fue una feliz idea este concepto o no, pero mantuvo el perfil que se esperaba de él. No interferir en el gobierno de Francisco, llevar una relación muy cordial con él, pero no ser un Papa en la sombra. Eso hay que reconocérselo, porque la tentación siempre existe”.